
Datos personales
miércoles, 4 de junio de 2008
Simbolismo de Atenea

Atenea es representada también con serpientes que se enroscan en sus brazos o sobre el pectoral. La serpiente es un viejo simbolo de la deidad femenina y de las mujeres en general, que significa movimiento y cambio, renovación, energía telúrica y energía vital, y de nuevo conocimiento con lo que se relaciona con la sabiduría.
Encontramos representaciones de las serpientes asociadas a la Diosa en Egipto, en el ámbito minóico y luego micénico. Así como es frecuente representar a la Diosa misma o la criaturas asociadas con ella con símbolos serpentinos, como es el ejemplo de la Equidna griega, de las lamias o de la misma Andra Mari de los antiguos vascos.
La serpiente también aparece en las imágenes de Atenea a través de su escudo, en el que aparece la Gorgona Medusa. Las Górgonas han sido identificadas tanto con la propia Diosa Triple, como con sacerdotisas suyas asentadas en en Libia. Incluso se han asociado con mujeres guerreras (amazonas) de esa zona de África. En este sentido aludirían a las máscaras que portarían las mujeres en sus ritos a fin de alejar a los hombres de la contemplación de los misterios de lo femenino. En otro sentido, más complementario que excluyente, nos hablarían el aspecto terrible de la Diosa en su faceta de portadora de los enigmas de la vida e incluso, a nivel psicológico, con el arquetipo de la Madre Terrible.
La Medusa también nos hablaría del miedo de los hombres hacia el cuerpo de las mujeres y en concreto de los genitales femeninos. Freud tiene un artículo al respecto: la cabeza de Medusa
Cómo Palas Atenea algunos estudiosos quieren vincularla con el gigante Palas o bien con una joven de la edad de Atenea, que es la tradición más divulgada, con la que jugaba la Diosa en tierras de Libia y a la que asesino por Accidente, asi que parece que el origen de Atenea está en estas tierras y se relaciona con la Gran Madre (tal como se sugiere al hablar de Neith) antes de acabar naciendo de la cabeza de Zeus, renegando del mundo materno tal como se quiere en los mitos griegos posteriores y siendo guía y protectora de héroes, siempre masculinos.
En Grecia se quiere que Zeus, alertado por un oráculo que le reveló que Metis embarazada (otras versiones dicen que fue la propia Diosa, o bien Gea y Uranos) daría a luz una hija y después un hijo que le destronaría tal como él hizo con Cronos, empequeñeciera a la Titanida y se la tragara.
Cumplido el tiempo, un terrible dolor de cabeza hizo que Zeus acudiera a Hefaisto que le dió un hachazo en el cráneo. De la fisura surgió una joven armada con casco y con lanza y lanzando un estridente grito de guerra.
lunes, 2 de junio de 2008
NEITH-ATENEA.

Neith o Tehenut (la libia). es una deidad egipcia antiquísima, predinástica. Como diosa asociada a la guerra su apelativo es "aquella que ataca en la oscuridad" unido a la identificación como diosa de la sabiduría. De diosa guerrera, también de la caza, luego inventora y diosa de la sabiduría, pasó a ser reconocida como Diosa Madre en el Imperio Nuevo y aquí es creadora de dioses y hombres, una vaca que surgió del Caos primordial, que engendró el universo a través de siete flechas (o siete palabras, pues también se decía que creaba a través de la palabra) con las que hizo surgir la colina primordial.
Un texto de Plutarco, extraido del templo de Neith en Sais dice: "Soy todo lo que ha sido, lo que es y todo lo que será. Ningún mortal ha sido capaz de alzar el velo que me cubre"
Sus representaciones son muy diversas, la más antigua en forma de escarabajo (dos escarabajos enfrentados conforman su escudo) y luego, comúnmente con la corona del bajo egipto, arco y dos flechas. El denominado estandarte de Neith, que para algunos autores esta formado por un escudo ovalado, con un estrechamiento hacia el centro, producto de la unión contrapuesta de dos escarabajos de la especie Agrypnus notodonta, cruzado por dos lanzas, representa a la Diosa desde el mas remoto pasado. Neith también lleva una lechuza en la mano derecha y una lanza en la Izquierda.
La griega Atenea se identifica con la egipcia Neith, según Herodoto, Platón y Diodoro. A Neith se la adoraba especialmente en Sais, donde había una escuela de obstetricia en la que se formaban médicos sacerdotes especialistas en esta disciplina, ya que se la llamaba "la iniciadora del nacer después que no hubiera el nacer", así adquirió los atributos de la diosa Nut .En Sais tambien se la considera Madre de Ra, a quién protege a partir del Imperio Antiguo, así como a Oisiris y al faraón. Se la identificaba con la abeja, símbolo de la realeza. Tambien se consideraba que sus flechas adormecían a los malos espíritus. Otro centro de culto era Esna , donde se la conocía como "La Terrorífica"; aquí era esposa de Kjhum y madre de Apofis.
Como deidad funeraria se la conocía como "Dama de Occidente" guardaba el estómago del difunto en el vaso canopo representado por Duamutef. Neith fue también la diosa inventora del tejido y la que ofrecía los vendajes para el cuerpo del difunto, por lo que se la hace patrona de los tejedores.
domingo, 11 de mayo de 2008
Rhiannon

Rhiannon o Rhianonna, cuyo nombre deriva de regena-ana-ona, es decir, “una reina de los anaón”, el pueblo de Ana, es una forma de esta diosa.
Ana, Dama de los dólmenes, es la madre de los dioses. Los relatos populares la consideran como reina de las hadas, de los enanos o korrigans, a cuyo cuidado estaban confiadas enormes riquezas subterráneas. La consideraban, en resumen, la gran regidora de un inframundo misterioso y, en ocasiones, hasta mortal. Hay quien dice que era esa anciana de aspecto terrible, hechicera implacable pero también bienhechora que no desdeñaba echar una mano a quienes lo necesitaban, si demostraban que tenían buen corazón. La diosa madre pasó a llamarse, tras la cristianización, Santa Ana, la madre de la Virgen María, mateniendo su antiguo prestigio como diosa de la fertilidad, y protectora bajo los auspicios de la luna. Los gaélicos la bautizaron con los nombres de Brigantia y Gwen.
Ana tiene como atributos el hacha, que representa la autoridad sacrificial; el cayado de pastor, como guía y la serpiente, como fuerza fecundadora. También la rodean en sus representaciones animales con cuernos como ciervos, vacas, toros, bueyes o carneros. Los Tuatha recibieron a esta diosa madre Dana, o Ana, como herencia de otras culturas más antiguas, extendiéndose luego por todo el mundo celta.
Ana, como Rhianona, se nos muestra como la dama que protege a los vivientes y tiene en cuenta a los fallecidos”.
A su vez Rhianona o Rhiannon es una variante de Epona, protectora de los caballos y tal vez de los ejércitos. A Epona se la representa sobre un caballo, acompañada de varios caballos o tendida, desnuda, en la grupa de alguno de ellos. Porta el cuerno de la abundancia y sirve de puente entre este y el Otro mundo, conduciendo a las almas desencarnadas a tal lugar.
Rhiannon, tambien conduce a las almas hacia el más allá. Aquellos que accedía a su invitación de subir a su grupa para hacer el camino, ya nunca más regresan. En esta diosa aparecen dos aspectos contrarios: por un lado es la amazona inalcanzable, y por lo tanto nadie la alcanza jamás si intenta ir en su dirección y por otro que invita al caminante a que monte para llevarlo consigo. A veces se la representa, además de junto o sobre el caballo, con dos pájaros: uno provocaba el gozo y, el otro, el olvido.
Ana, Dama de los dólmenes, es la madre de los dioses. Los relatos populares la consideran como reina de las hadas, de los enanos o korrigans, a cuyo cuidado estaban confiadas enormes riquezas subterráneas. La consideraban, en resumen, la gran regidora de un inframundo misterioso y, en ocasiones, hasta mortal. Hay quien dice que era esa anciana de aspecto terrible, hechicera implacable pero también bienhechora que no desdeñaba echar una mano a quienes lo necesitaban, si demostraban que tenían buen corazón. La diosa madre pasó a llamarse, tras la cristianización, Santa Ana, la madre de la Virgen María, mateniendo su antiguo prestigio como diosa de la fertilidad, y protectora bajo los auspicios de la luna. Los gaélicos la bautizaron con los nombres de Brigantia y Gwen.
Ana tiene como atributos el hacha, que representa la autoridad sacrificial; el cayado de pastor, como guía y la serpiente, como fuerza fecundadora. También la rodean en sus representaciones animales con cuernos como ciervos, vacas, toros, bueyes o carneros. Los Tuatha recibieron a esta diosa madre Dana, o Ana, como herencia de otras culturas más antiguas, extendiéndose luego por todo el mundo celta.
Ana, como Rhianona, se nos muestra como la dama que protege a los vivientes y tiene en cuenta a los fallecidos”.
A su vez Rhianona o Rhiannon es una variante de Epona, protectora de los caballos y tal vez de los ejércitos. A Epona se la representa sobre un caballo, acompañada de varios caballos o tendida, desnuda, en la grupa de alguno de ellos. Porta el cuerno de la abundancia y sirve de puente entre este y el Otro mundo, conduciendo a las almas desencarnadas a tal lugar.
Rhiannon, tambien conduce a las almas hacia el más allá. Aquellos que accedía a su invitación de subir a su grupa para hacer el camino, ya nunca más regresan. En esta diosa aparecen dos aspectos contrarios: por un lado es la amazona inalcanzable, y por lo tanto nadie la alcanza jamás si intenta ir en su dirección y por otro que invita al caminante a que monte para llevarlo consigo. A veces se la representa, además de junto o sobre el caballo, con dos pájaros: uno provocaba el gozo y, el otro, el olvido.
sábado, 10 de mayo de 2008

jueves, 8 de mayo de 2008
http://picasaweb.google.com/danupm/Belleza

Mayo, primavera en plenitud,
...desde el fondo de los tiempos, desde el amplio abanico de las culturas y de las creencias, los hombres se han representado a las diosas del amor y de la belleza, expresión de la Naturaleza fecunda, reinando, si cabe con más actividad sobre las criaturas haciéndolas vestir sus mejores galas a fin de exhibirse en plenitud, encontrar pareja y reproducirse.
Cantos, danzas, perfumes, las plumas más bellas, los colores mas intensos se despliegan ahora para oficiar un rito tan antiguo como el mundo, pero no por ello menos sorprendente.
domingo, 4 de mayo de 2008
PODEROSA AFRODITA
La luz comienza a entrar en su período de plenitud inundando praderas, bosques y montañas. Un olor a renacimiento nos dice que los brotes de los árboles, que darán lugar a las hojas nuevas, están henchidos; y que las flores en ciernes o abiertas hablan con su perfume de la vida que se expresa múltiple y gozosa.
Surgió femenina y adulta de las aguas profundas, de la inmensidad azul del mar que se rompe en brotes de espuma. Según Hesíodo, es hija del cielo viril y de la potencia fecunda marina, polaridad que expresa a los contrarios reunidos que originan una creación nueva. Lo que la esencia de Afrodita significa. Diosa antigua, sin padres personificados, representa aquí más una potencia primordial que su supuesta descendencia de Zeus y Dione, una ninfa del mar, como pretende Homero. Eros, quien se dice que es un hijo que tuvo de sí misma, según unas versiones, con Marte, incluso con Hermes, según otras, es también en sus orígenes una Fuerza primigenia que surgió de un huevo de la Noche. Otro mito, al parecer pelásgico, cuenta que Eurínome, fecundada por una enorme serpiente que se enroscó en su cuerpo, puso un huevo sobre el Abismo, del que surgieron Eros y Logos. Mientras Logos corta el huevo formando el Cielo y la Tierra, y de nuevos tajos separa las tierras y las aguas, y luego las aguas dulces y las saladas, facilitando la multiplicidad de la Creación, Eros intentar reunir lo separado en pos de la Unidad perdida. En Hesíodo, Eros es el Impulso Primordial que surge del Caos al tiempo que Gea, la Materia Primera. En cuanto potencial de integración, Afrodita recoge ciertos atributos relacionados con Eros.
Viajando en una concha marina, conducida por las olas y los vientos, y acompañada de criaturas del mar, de los espíritus de las aguas, de delfines y Nereidas, de Eros y del Deseo, es recibida en Chipre por las Horas, que... "pusieron sobre su cabeza inmortal una bella y bien trabajada corona de oro y sus lóbulos flores de oricalco y de oro precioso".
Caminó acicalada y embellecida de isla en isla para presentarse luminosa frente a la Asamblea de los Inmortales. Un resplandor dorado que surge de su cuerpo. Se dice que de un velo con el que a su albur envuelve a la Naturaleza toda y a sus seres, aquí y allí, en la estación propicia. Su ceñidor la convierte en implacable, y, hace que quienes la contemplan se enamore irresistiblemente de ella; no se escapan los hombres, tampoco los dioses; todos están sometidos a sus designios.
Al paso de Afrodita los seres se vuelven jóvenes y radiantes de vida. Impulsados por su Belleza, se embellecen, alimentados por su alegría, se alegran y juegan sus fiestas con amor y con humor, con plenitud y con expansión. Los seres vegetales y animales se acicalan seductores. Las plantas nacen, las flores ofrecen sus trajes multicolores, los aromas más atrayentes, los néctares más sabrosos y el polen, germen de vida. Podemos ver a todo los seres del reino animal en los ritos del cortejo, lucir espectaculares vestidos ceremoniales, con sus plumas más brillantes y de colores más vivos los del aire, con el traje de escamas más vistosas para la ocasión los del agua, con las cornamentas más impactantes los de los bosques; con los perfumes más embriagadores la mayoría de los de la tierra. Pero no son los únicos: hay mariposas que son capaces de recorrer distancias astronómicas para encontrar pareja atraídas sólo por su olor.
Vemos el reclamo amoroso de los que antes eran grises gusanos, parpadeando a golpes de luz. Observamos a otros bailando en competiciones hasta agotarse, como hacen algunas aves; aquellos ofreciendo serenatas, ya sea la pequeña pulga que compone su música en el bosque de pelos de la oveja, la cigarra que repite incansable una y otra vez su melodía, los coros de ranas de los charcos o los pájaros que exhiben su repertorio más variado en la ramas de los árboles. Hay regalos, concursos de habilidad entre los que destacan ciertos pájaros, ingeniosos arquitectos y experimentados tejedores que presentan las casas más sólidas y más seguras; y todos, en fin, pretenden convencer de su fuerza, de su salud y de su capacidad. En unos son las hembras las que observan o inspeccionan. Aguantan aparentemente impávidas el resultado de los torneos para aceptar al más valeroso, al ganador. Fijan su mirada inquisitiva en la estabilidad de los nidos, y reciben la comida que el pretendiente les da. En otros son ellas las que eligen, activas, al cantante más extraordinario, al mejor cazador, al más vital, al que brinda mayor seguridad; y en todos los casos, bailando o cantando, ambos se sincronizarán, y con su encuentro la vida será renovada.
Desde la época helenística a Afrodita la acompañan las Gracias y las Horas. Hágale o Belleza, Eufrosine o Pensamiento alegre y Talía, Regocijo. Estas Gracias o Carites forman coro con las Musas, pero también siguen a Eros y a Dionisos. Son hijas de Zeus y Eurínome, a quien Hesíodo quiere hija del Océano, pero que posiblemente haya sido una diosa madre primigenia. Relacionadas con la vegetación, se dice que con su danza crecen las hierbas y brotan las flores. Son y trasmiten la armonía y la belleza de la Naturaleza y representan el encanto en general.
Las Horas se relacionan con las Estaciones, y se les ha emparentado incluso con las Moiras. Es posible que antaño fuera unas diosas del Destino. En Grecia se las conoce como Eunomia, la Disciplina; Diké, Justicia e Irene, Paz. Más vinculación estacionaria la tienen sus nombres romanos: Talo, brotar; Auxo, crecer; y Larpo, fructificar. Hijas de Zeus y Temis, ora siguen a Afrodita, ora a Dionisos, Hera, Perséfone o Pan.
Eros Pteros, el amor alado que une y Apteros, el amor contrariado que separa, además de Himeneo, el Dios del matrimonio, también acompañan a Afrodita, así como una corte de geniecillos juguetones del amor que disfrutan sembrando las pasiones amorosas sin discriminación. Su vehículo, la concha marina, símbolo femenino por excelencia, se relaciona con la media Luna, y de hecho se habla de ella como una diosa lunar. Sin embargo, su luz dorada también la asocia con el Sol, y Faetón era el guardián nocturno de los templos de Afrodita. Es terrestre, pero también celeste. Puede ser la Luna, pero también Venus, la estrella luminosa y portadora de iluminación. La relación celeste y acuática de nuevo aparece cuando se dice que es la luz del lucero del alba, reflejándose en amaneceres y atardeceres en las onduladas olas del mar. Este carácter doble también se aprecia en algunas de sus representaciones, como por ejemplo la Afrodita barbada, la guerrera y la dolorosa. Si hay dioses con pechos, caso de ciertas imágenes de Zeus, también hay diosas con barbas. Es un signo de poder, de completura, de androginia y de totalidad; de unión y síntesis en sí de los opuestos, de integración de las contradicciones y de las paradojas. La unión de la guerra y del amor, como de la alegría y la tristeza, o del placer y el dolor, también supone otras tantas conciliaciones. Hermafrodita, el dios que muestra elementos masculinos y femeninos en su cuerpo, era hijo de Hermes y de Afrodita. Ares, uno de sus amantes, es el señor del valor, del coraje y de la guerra, con el que tuvo a Armonía, el equilibrio, pero también al miedo y al terror.
Si se caracteriza por la gracia, el hechizo, la fascinación, el encanto, la belleza y la magia de la seducción, si se la llama la luminosa, la sonriente y la señora de las risas, también presenta una faz sombría, la que destaca claramente en su relación con Adonis. Algunos atribuyen a Atenea y otros a Artemisa el jabalí que acabó con la vida del "Señor", que es lo que significa este nombre, de origen sirio, cuyo culto estuvo muy difundido en Oriente Próximo. Adonis, conocido también por su gran belleza, fue disputado por Perséfone y Afrodita, y tuvo que repartir su tiempo entre ambas. De la sangre de Adonis herido surgieron las anémonas. Su sangre también tiñó de rojo la rosas, aunque otra tradición nos dice que Afrodita se pinchó con un rosal de rosas blancas al pretender auxiliarle; así nacieron la rosas rojas, representantes del amor y de la pasión. Hay estatuas que nos muestran a Adonis yaciente en los brazos de una Afrodita entristecida, velada y enlutada al estilo de nuestra Virgen Dolorosa, sosteniendo al Hijo muerto.
Afrodita nos enseña que si abrimos nuestra alma a la alegría, al placer y a la creatividad del encuentro, inevitablemente entrará ella también, más tarde o más temprano, el displacer, la pérdida y el dolor subsiguiente, que tendremos que admitir si no queremos perder la capacidad de amar.
Las rosas tienen para Occidente un simbolismo similar al del loto para Oriente. Pueden relacionarse con las ruedas y los chakras, centros de vida, y también con la totalidad. La palabra "rosetón" que empleamos para designar los admirables vitrales que conjugan diversos colores y se disponen armónicamente en torno a un centro, ocupado muchas veces por una imagen de Nuestra Señora, en las catedrales góticas, deriva de rosa. Rosas y rosetones conformaciones mandálicas, y el Mandala es una representación del Cosmos, pero también del mundo interior que aparece ordenado, unificando el conjunto, en torno a un centro rector. Afrodita nos muestra las características de la transformación y la transmutación que conduce a la Unidad, la reunión previa a la fructificación. Como símbolo, expresa el don de vivir, de transformar, la capacidad de acercar y de unir, y como consecuencia, de gestar nueva vida. Representa la exaltación y la vivificación que aparecen en el momento del encuentro que conduce a la generación de un nuevo ser, de una nueva idea, de una nueva obra. Representa también el poder curativo, creativo y trasformador de amor. La luz dorada que caracteriza a Afrodita es esa capacidad de embellecimiento con que nos investimos a nosotros mismos cuando nos sentimos amados y que hace aparecer irresistible a la amante o al objeto del amor. Ese acercamiento palpitante a lo otro que unifica, regenerando y revitalizando. Se habla de Afrodita como diosa del Amor. Sin embargo, lo es más del enamoramiento, entendido como expectativa, como tiempo nuevo, como promesa de futuro, de apertura palpitante al porvenir, como ansia de completud placentera. Por eso también se la relacionado con el potencial de vida que contiene la primavera y la juventud del cuerpo y del alma. Es el poder de cohesión que impele a crear unidades cada vez más fuertes, más amplias de vida, y en este sentido su poder se extiende desde los átomos a las galaxias. Así, como Eros femenino, es la capacidad de unión que perpetúa la vida por un lado, y que por otro la reintegra a la Unidad ultérrima de la que procede. Si tiene el poder del agua que disuelve, también es el fuego que consume dos aspectos, dos principios, dos esencias, para formar una que las reúne y las trasciende. Quizá desde esta perspectiva pueda entenderse su matrimonio con Hefaistos, el Señor de El Fuego Creativo asociado a la diosa del Amor, al que ella misma eligió como consorte y del que nunca se divorció. Afrodita proporciona la energía de la que se nutre cualquier acto creativo o cualquier encuentro del que surge algo nuevo, a la vez que ese mismo encuentro irradia energía. Afrodita transforma, tal como los elementos químicos pueden verse transformados al construir un compuesto. Afrodita aporta el misterio de la transformación, convirtiendo la dualidad en la unidad y abriéndola a la totalidad y a la Eternidad.
A nivel humano, Afrodita nos brinda la capacidad de empatía, de conexión del alma, de encuentro, de afecto, la amistad profunda que transforma, vitaliza y embellece los participantes. Psicológicamente es el factor que nos hace involucrarnos en una relación, sentir interés por conocer íntimamente a otra persona y desear unirnos a ella. Allí donde brille la chispa de un encuentro fecundo, esta Afrodita, ya hablemos de elementos, de animales, de personas, de emociones, de inspiraciones, de imágenes o de ideas. Sin embargo, las consecuencias de su poder pueden tener una vertiente positiva y otra negativa: como rectora del enamoramiento, puede provocar una atracción irracional, ilícita e incluso destructiva por otro ser, como vemos en el ejemplo de Mirra, que se acercó a su propio padre, o de la reina Parsifae y su pasión por el toro de Poseidón; y sin llegar a tales extremos, cualquiera de nosotros, cuando llega el despertar tras la hipnosis del enamoramiento, nos preguntamos qué hemos visto en ese otro que tan profundamente nos interesó.
Afrodita incluye el amor hacia uno mismo, que no es necesariamente egoísmo, sino autoestima, tan básica para la salud mental, pues incluye autoconfianza y confianza en los otros, fe en el mundo y sus seres, seguridad interior y capacidad para el cuidado de sí, que permite que podamos realizarnos como seres humanos y desarrollar nuestro potencial creativo, y que facilita que deseemos lo mejor para nosotros, que busquemos belleza y gracia en cada una de nuestras expresiones físicas, psicológicas o mentales, y que con ellas nos sintamos alegres y gozosos disfrutando de la vida y sus experiencias.
A través de los siglos se ha hablado de Afrodita como de la esencia de la femineidad, y eso en momentos donde la libertad de las mujeres estaba seriamente restringida. Sin embargo, pertenece a la categoría de diosas vírgenes, que no castas. Vírgenes en el sentido de independientes, autónomas, que se posee en así mismas, que gobiernan sus propias vidas. Además de elegir marido, Afrodita no fue nunca sometida, violada, raptada o seducida. Desde un punto de vista psicológico, no podemos olvidar que para poder actuar en libertad en nuestras acciones y elecciones es indispensable el amor a sí mismo.
Afrodita, puede despertar como fuerza activa en el interior de una mujer conduciéndola a una mayor preocupación por sus aspectos seductores, al desarrollo de su capacidad de atracción, y a una mejora en la calidad y en la cantidad de las relaciones. Puede transformar nuestro carácter permitiendo nuestra apertura a los otros y al amor, como se ve en el mito de Atalanta. Esta doncella, consagrada a Artemisa, retaba a sus pretendientes a una carrera fatal prometiendo que se casaría con aquél que la ganara, pero que mataría al perdedor, segura de que no podía ser vencida, como así sucedió con multitud de candidatos. Hipómenes, con la ayuda Afrodita, que le proporcionó una ingeniosa treta, consiguió a la esquiva, y esta tuvo que cumplir su promesa.
Afrodita en nosotros puede transformar etapas de nuestra vida solitarias en otras de acercamiento y permeabilidad a los otros.
El amor da la vida y es fuente de vida. Afrodita vitalizó la estatua de Galatea que construyó Pigmalión. El poder curativo del amor aparece en multitud de mitos y cuentos populares. En el de Eros y Psique, ella le pierde al desobedecerle y le recupera después de cumplir cuatro pruebas aparentemente imposibles que le impone Afrodita, pruebas de crecimiento y madurez que impulsan el desarrollo del alma.
Como arquetipo, Afrodita es universal, aunque haya sido conocida con otros nombres, y es muy antigua, pues aparece en la guerra de Troya, anterior a los fenicios. Las culturas precolombinas tuvieron también una diosa del Amor, la alegría y la belleza. En India Laksmi, la contraparte de Vishnu, recoge muchas de sus características, así como Hathor en Egipto, y en Mesopotamia fue Inanna para Sumeria e Isthar para Babilonia. Algunos autores han querido que estas últimas diosas sean los antecedentes de Afrodita, y que de un origen oriental, pasando por Chipre, como quiere su mito, se extendiera por la Hélade hasta asentarse en Corinto. Inanna e Isthar reúnen mayor contenido mítico y simbólico. Son diosas de la Fecundidad de la Naturaleza toda, celestes, terrestres y de las profundidades, heroínas que descienden a los Infiernos para reencontrarse con su hermana o esencia oscura perdida, vírgenes guerreras y Señoras del Amor en general y de la sexualidad en particular, como si representaran a esa Diosa Madre dueña de todo, regente de la Vida y de la Muerte, señora de los Ciclos, que con el tiempo fue perdiendo atributos, pasando a especializarse dentro de los panteones.
El mito del hijo, amante, esposo, que muere y resucita periódicamente, algunos autores quieren que sea, en lo social, un representante de una etapa matriarcal arcaica, y que aparece por todo Oriente próximo, se encuentra también en el vínculo de Afrodita con Adonis, Dunmuzi, Tammuz, Atis, incluso Osiris en Egipto, compañeros y consortes de Inanna, Isthar, Cibeles e Isis. Han sido asimilados a la vegetación que muere y renace con los ciclos estacionales. Sin negar esta vía de explicación, representan también el Universo manifestado que surgió del abismo negro, del útero de la Magna Dea que aparece y desaparece en los grandes ritmos de la Vida y Muerte que surgen del Enigma. En otra clave representan poderes de la diosa, su aspecto masculino, su capacidad de actividad, de orden, ley, generación y civilización, y que encontramos como imagen el que figura del Señor de las Criaturas, que se sacrifica fragmentado para que la vida sea posible.
Si bien existieron diversas clases de ritos y de sacerdocio femenino en el culto de Inanna o Isthar, hay algunos que han asombrado a nuestras mentes occidentales, como el caso del Hierogamos, que no es único de estas culturas, pues lo encontramos hasta en la Irlanda precristiana como reliquia de tiempos pasados, y el de las llamadas Prostitutas Sagradas (que no profanas, que esas han existido en todas las épocas y lugares), encargadas de transmitir en honor a su diosa los misterios del amor y de la sexualidad. Este culto también sobrevivió con Afrodita y desgraciadamente, con el correr de los tiempos, perdió el simbolismo y el marco cultural, sirvió de excusas a las miles de meretrices profesionales que pululaban por los jardines de sus templos.
Afrodita fue asimilada a Venus, una diosa de huertos y jardines en el mundo romano. Hasta nosotros ha llegado sobre todo su faceta relacionada con el amor, la sensualidad y la sexualidad, pero incluso en el mundo romano, Lucrecio canta a Venus llamándola: "... madre de Eneas y de toda su raza, placer de los dioses y de los hombres, Venus que das la vida", subrayando que su poder rige la rueda de las constelaciones, el movimiento de las olas que guían los barcos y la expresión de toda criatura en este mundo que, bajo su mandato, se vierte pleno de alegría y de amor.
Surgió femenina y adulta de las aguas profundas, de la inmensidad azul del mar que se rompe en brotes de espuma. Según Hesíodo, es hija del cielo viril y de la potencia fecunda marina, polaridad que expresa a los contrarios reunidos que originan una creación nueva. Lo que la esencia de Afrodita significa. Diosa antigua, sin padres personificados, representa aquí más una potencia primordial que su supuesta descendencia de Zeus y Dione, una ninfa del mar, como pretende Homero. Eros, quien se dice que es un hijo que tuvo de sí misma, según unas versiones, con Marte, incluso con Hermes, según otras, es también en sus orígenes una Fuerza primigenia que surgió de un huevo de la Noche. Otro mito, al parecer pelásgico, cuenta que Eurínome, fecundada por una enorme serpiente que se enroscó en su cuerpo, puso un huevo sobre el Abismo, del que surgieron Eros y Logos. Mientras Logos corta el huevo formando el Cielo y la Tierra, y de nuevos tajos separa las tierras y las aguas, y luego las aguas dulces y las saladas, facilitando la multiplicidad de la Creación, Eros intentar reunir lo separado en pos de la Unidad perdida. En Hesíodo, Eros es el Impulso Primordial que surge del Caos al tiempo que Gea, la Materia Primera. En cuanto potencial de integración, Afrodita recoge ciertos atributos relacionados con Eros.
Viajando en una concha marina, conducida por las olas y los vientos, y acompañada de criaturas del mar, de los espíritus de las aguas, de delfines y Nereidas, de Eros y del Deseo, es recibida en Chipre por las Horas, que... "pusieron sobre su cabeza inmortal una bella y bien trabajada corona de oro y sus lóbulos flores de oricalco y de oro precioso".
Caminó acicalada y embellecida de isla en isla para presentarse luminosa frente a la Asamblea de los Inmortales. Un resplandor dorado que surge de su cuerpo. Se dice que de un velo con el que a su albur envuelve a la Naturaleza toda y a sus seres, aquí y allí, en la estación propicia. Su ceñidor la convierte en implacable, y, hace que quienes la contemplan se enamore irresistiblemente de ella; no se escapan los hombres, tampoco los dioses; todos están sometidos a sus designios.
Al paso de Afrodita los seres se vuelven jóvenes y radiantes de vida. Impulsados por su Belleza, se embellecen, alimentados por su alegría, se alegran y juegan sus fiestas con amor y con humor, con plenitud y con expansión. Los seres vegetales y animales se acicalan seductores. Las plantas nacen, las flores ofrecen sus trajes multicolores, los aromas más atrayentes, los néctares más sabrosos y el polen, germen de vida. Podemos ver a todo los seres del reino animal en los ritos del cortejo, lucir espectaculares vestidos ceremoniales, con sus plumas más brillantes y de colores más vivos los del aire, con el traje de escamas más vistosas para la ocasión los del agua, con las cornamentas más impactantes los de los bosques; con los perfumes más embriagadores la mayoría de los de la tierra. Pero no son los únicos: hay mariposas que son capaces de recorrer distancias astronómicas para encontrar pareja atraídas sólo por su olor.
Vemos el reclamo amoroso de los que antes eran grises gusanos, parpadeando a golpes de luz. Observamos a otros bailando en competiciones hasta agotarse, como hacen algunas aves; aquellos ofreciendo serenatas, ya sea la pequeña pulga que compone su música en el bosque de pelos de la oveja, la cigarra que repite incansable una y otra vez su melodía, los coros de ranas de los charcos o los pájaros que exhiben su repertorio más variado en la ramas de los árboles. Hay regalos, concursos de habilidad entre los que destacan ciertos pájaros, ingeniosos arquitectos y experimentados tejedores que presentan las casas más sólidas y más seguras; y todos, en fin, pretenden convencer de su fuerza, de su salud y de su capacidad. En unos son las hembras las que observan o inspeccionan. Aguantan aparentemente impávidas el resultado de los torneos para aceptar al más valeroso, al ganador. Fijan su mirada inquisitiva en la estabilidad de los nidos, y reciben la comida que el pretendiente les da. En otros son ellas las que eligen, activas, al cantante más extraordinario, al mejor cazador, al más vital, al que brinda mayor seguridad; y en todos los casos, bailando o cantando, ambos se sincronizarán, y con su encuentro la vida será renovada.
Desde la época helenística a Afrodita la acompañan las Gracias y las Horas. Hágale o Belleza, Eufrosine o Pensamiento alegre y Talía, Regocijo. Estas Gracias o Carites forman coro con las Musas, pero también siguen a Eros y a Dionisos. Son hijas de Zeus y Eurínome, a quien Hesíodo quiere hija del Océano, pero que posiblemente haya sido una diosa madre primigenia. Relacionadas con la vegetación, se dice que con su danza crecen las hierbas y brotan las flores. Son y trasmiten la armonía y la belleza de la Naturaleza y representan el encanto en general.
Las Horas se relacionan con las Estaciones, y se les ha emparentado incluso con las Moiras. Es posible que antaño fuera unas diosas del Destino. En Grecia se las conoce como Eunomia, la Disciplina; Diké, Justicia e Irene, Paz. Más vinculación estacionaria la tienen sus nombres romanos: Talo, brotar; Auxo, crecer; y Larpo, fructificar. Hijas de Zeus y Temis, ora siguen a Afrodita, ora a Dionisos, Hera, Perséfone o Pan.
Eros Pteros, el amor alado que une y Apteros, el amor contrariado que separa, además de Himeneo, el Dios del matrimonio, también acompañan a Afrodita, así como una corte de geniecillos juguetones del amor que disfrutan sembrando las pasiones amorosas sin discriminación. Su vehículo, la concha marina, símbolo femenino por excelencia, se relaciona con la media Luna, y de hecho se habla de ella como una diosa lunar. Sin embargo, su luz dorada también la asocia con el Sol, y Faetón era el guardián nocturno de los templos de Afrodita. Es terrestre, pero también celeste. Puede ser la Luna, pero también Venus, la estrella luminosa y portadora de iluminación. La relación celeste y acuática de nuevo aparece cuando se dice que es la luz del lucero del alba, reflejándose en amaneceres y atardeceres en las onduladas olas del mar. Este carácter doble también se aprecia en algunas de sus representaciones, como por ejemplo la Afrodita barbada, la guerrera y la dolorosa. Si hay dioses con pechos, caso de ciertas imágenes de Zeus, también hay diosas con barbas. Es un signo de poder, de completura, de androginia y de totalidad; de unión y síntesis en sí de los opuestos, de integración de las contradicciones y de las paradojas. La unión de la guerra y del amor, como de la alegría y la tristeza, o del placer y el dolor, también supone otras tantas conciliaciones. Hermafrodita, el dios que muestra elementos masculinos y femeninos en su cuerpo, era hijo de Hermes y de Afrodita. Ares, uno de sus amantes, es el señor del valor, del coraje y de la guerra, con el que tuvo a Armonía, el equilibrio, pero también al miedo y al terror.
Si se caracteriza por la gracia, el hechizo, la fascinación, el encanto, la belleza y la magia de la seducción, si se la llama la luminosa, la sonriente y la señora de las risas, también presenta una faz sombría, la que destaca claramente en su relación con Adonis. Algunos atribuyen a Atenea y otros a Artemisa el jabalí que acabó con la vida del "Señor", que es lo que significa este nombre, de origen sirio, cuyo culto estuvo muy difundido en Oriente Próximo. Adonis, conocido también por su gran belleza, fue disputado por Perséfone y Afrodita, y tuvo que repartir su tiempo entre ambas. De la sangre de Adonis herido surgieron las anémonas. Su sangre también tiñó de rojo la rosas, aunque otra tradición nos dice que Afrodita se pinchó con un rosal de rosas blancas al pretender auxiliarle; así nacieron la rosas rojas, representantes del amor y de la pasión. Hay estatuas que nos muestran a Adonis yaciente en los brazos de una Afrodita entristecida, velada y enlutada al estilo de nuestra Virgen Dolorosa, sosteniendo al Hijo muerto.
Afrodita nos enseña que si abrimos nuestra alma a la alegría, al placer y a la creatividad del encuentro, inevitablemente entrará ella también, más tarde o más temprano, el displacer, la pérdida y el dolor subsiguiente, que tendremos que admitir si no queremos perder la capacidad de amar.
Las rosas tienen para Occidente un simbolismo similar al del loto para Oriente. Pueden relacionarse con las ruedas y los chakras, centros de vida, y también con la totalidad. La palabra "rosetón" que empleamos para designar los admirables vitrales que conjugan diversos colores y se disponen armónicamente en torno a un centro, ocupado muchas veces por una imagen de Nuestra Señora, en las catedrales góticas, deriva de rosa. Rosas y rosetones conformaciones mandálicas, y el Mandala es una representación del Cosmos, pero también del mundo interior que aparece ordenado, unificando el conjunto, en torno a un centro rector. Afrodita nos muestra las características de la transformación y la transmutación que conduce a la Unidad, la reunión previa a la fructificación. Como símbolo, expresa el don de vivir, de transformar, la capacidad de acercar y de unir, y como consecuencia, de gestar nueva vida. Representa la exaltación y la vivificación que aparecen en el momento del encuentro que conduce a la generación de un nuevo ser, de una nueva idea, de una nueva obra. Representa también el poder curativo, creativo y trasformador de amor. La luz dorada que caracteriza a Afrodita es esa capacidad de embellecimiento con que nos investimos a nosotros mismos cuando nos sentimos amados y que hace aparecer irresistible a la amante o al objeto del amor. Ese acercamiento palpitante a lo otro que unifica, regenerando y revitalizando. Se habla de Afrodita como diosa del Amor. Sin embargo, lo es más del enamoramiento, entendido como expectativa, como tiempo nuevo, como promesa de futuro, de apertura palpitante al porvenir, como ansia de completud placentera. Por eso también se la relacionado con el potencial de vida que contiene la primavera y la juventud del cuerpo y del alma. Es el poder de cohesión que impele a crear unidades cada vez más fuertes, más amplias de vida, y en este sentido su poder se extiende desde los átomos a las galaxias. Así, como Eros femenino, es la capacidad de unión que perpetúa la vida por un lado, y que por otro la reintegra a la Unidad ultérrima de la que procede. Si tiene el poder del agua que disuelve, también es el fuego que consume dos aspectos, dos principios, dos esencias, para formar una que las reúne y las trasciende. Quizá desde esta perspectiva pueda entenderse su matrimonio con Hefaistos, el Señor de El Fuego Creativo asociado a la diosa del Amor, al que ella misma eligió como consorte y del que nunca se divorció. Afrodita proporciona la energía de la que se nutre cualquier acto creativo o cualquier encuentro del que surge algo nuevo, a la vez que ese mismo encuentro irradia energía. Afrodita transforma, tal como los elementos químicos pueden verse transformados al construir un compuesto. Afrodita aporta el misterio de la transformación, convirtiendo la dualidad en la unidad y abriéndola a la totalidad y a la Eternidad.
A nivel humano, Afrodita nos brinda la capacidad de empatía, de conexión del alma, de encuentro, de afecto, la amistad profunda que transforma, vitaliza y embellece los participantes. Psicológicamente es el factor que nos hace involucrarnos en una relación, sentir interés por conocer íntimamente a otra persona y desear unirnos a ella. Allí donde brille la chispa de un encuentro fecundo, esta Afrodita, ya hablemos de elementos, de animales, de personas, de emociones, de inspiraciones, de imágenes o de ideas. Sin embargo, las consecuencias de su poder pueden tener una vertiente positiva y otra negativa: como rectora del enamoramiento, puede provocar una atracción irracional, ilícita e incluso destructiva por otro ser, como vemos en el ejemplo de Mirra, que se acercó a su propio padre, o de la reina Parsifae y su pasión por el toro de Poseidón; y sin llegar a tales extremos, cualquiera de nosotros, cuando llega el despertar tras la hipnosis del enamoramiento, nos preguntamos qué hemos visto en ese otro que tan profundamente nos interesó.
Afrodita incluye el amor hacia uno mismo, que no es necesariamente egoísmo, sino autoestima, tan básica para la salud mental, pues incluye autoconfianza y confianza en los otros, fe en el mundo y sus seres, seguridad interior y capacidad para el cuidado de sí, que permite que podamos realizarnos como seres humanos y desarrollar nuestro potencial creativo, y que facilita que deseemos lo mejor para nosotros, que busquemos belleza y gracia en cada una de nuestras expresiones físicas, psicológicas o mentales, y que con ellas nos sintamos alegres y gozosos disfrutando de la vida y sus experiencias.
A través de los siglos se ha hablado de Afrodita como de la esencia de la femineidad, y eso en momentos donde la libertad de las mujeres estaba seriamente restringida. Sin embargo, pertenece a la categoría de diosas vírgenes, que no castas. Vírgenes en el sentido de independientes, autónomas, que se posee en así mismas, que gobiernan sus propias vidas. Además de elegir marido, Afrodita no fue nunca sometida, violada, raptada o seducida. Desde un punto de vista psicológico, no podemos olvidar que para poder actuar en libertad en nuestras acciones y elecciones es indispensable el amor a sí mismo.
Afrodita, puede despertar como fuerza activa en el interior de una mujer conduciéndola a una mayor preocupación por sus aspectos seductores, al desarrollo de su capacidad de atracción, y a una mejora en la calidad y en la cantidad de las relaciones. Puede transformar nuestro carácter permitiendo nuestra apertura a los otros y al amor, como se ve en el mito de Atalanta. Esta doncella, consagrada a Artemisa, retaba a sus pretendientes a una carrera fatal prometiendo que se casaría con aquél que la ganara, pero que mataría al perdedor, segura de que no podía ser vencida, como así sucedió con multitud de candidatos. Hipómenes, con la ayuda Afrodita, que le proporcionó una ingeniosa treta, consiguió a la esquiva, y esta tuvo que cumplir su promesa.
Afrodita en nosotros puede transformar etapas de nuestra vida solitarias en otras de acercamiento y permeabilidad a los otros.
El amor da la vida y es fuente de vida. Afrodita vitalizó la estatua de Galatea que construyó Pigmalión. El poder curativo del amor aparece en multitud de mitos y cuentos populares. En el de Eros y Psique, ella le pierde al desobedecerle y le recupera después de cumplir cuatro pruebas aparentemente imposibles que le impone Afrodita, pruebas de crecimiento y madurez que impulsan el desarrollo del alma.
Como arquetipo, Afrodita es universal, aunque haya sido conocida con otros nombres, y es muy antigua, pues aparece en la guerra de Troya, anterior a los fenicios. Las culturas precolombinas tuvieron también una diosa del Amor, la alegría y la belleza. En India Laksmi, la contraparte de Vishnu, recoge muchas de sus características, así como Hathor en Egipto, y en Mesopotamia fue Inanna para Sumeria e Isthar para Babilonia. Algunos autores han querido que estas últimas diosas sean los antecedentes de Afrodita, y que de un origen oriental, pasando por Chipre, como quiere su mito, se extendiera por la Hélade hasta asentarse en Corinto. Inanna e Isthar reúnen mayor contenido mítico y simbólico. Son diosas de la Fecundidad de la Naturaleza toda, celestes, terrestres y de las profundidades, heroínas que descienden a los Infiernos para reencontrarse con su hermana o esencia oscura perdida, vírgenes guerreras y Señoras del Amor en general y de la sexualidad en particular, como si representaran a esa Diosa Madre dueña de todo, regente de la Vida y de la Muerte, señora de los Ciclos, que con el tiempo fue perdiendo atributos, pasando a especializarse dentro de los panteones.
El mito del hijo, amante, esposo, que muere y resucita periódicamente, algunos autores quieren que sea, en lo social, un representante de una etapa matriarcal arcaica, y que aparece por todo Oriente próximo, se encuentra también en el vínculo de Afrodita con Adonis, Dunmuzi, Tammuz, Atis, incluso Osiris en Egipto, compañeros y consortes de Inanna, Isthar, Cibeles e Isis. Han sido asimilados a la vegetación que muere y renace con los ciclos estacionales. Sin negar esta vía de explicación, representan también el Universo manifestado que surgió del abismo negro, del útero de la Magna Dea que aparece y desaparece en los grandes ritmos de la Vida y Muerte que surgen del Enigma. En otra clave representan poderes de la diosa, su aspecto masculino, su capacidad de actividad, de orden, ley, generación y civilización, y que encontramos como imagen el que figura del Señor de las Criaturas, que se sacrifica fragmentado para que la vida sea posible.
Si bien existieron diversas clases de ritos y de sacerdocio femenino en el culto de Inanna o Isthar, hay algunos que han asombrado a nuestras mentes occidentales, como el caso del Hierogamos, que no es único de estas culturas, pues lo encontramos hasta en la Irlanda precristiana como reliquia de tiempos pasados, y el de las llamadas Prostitutas Sagradas (que no profanas, que esas han existido en todas las épocas y lugares), encargadas de transmitir en honor a su diosa los misterios del amor y de la sexualidad. Este culto también sobrevivió con Afrodita y desgraciadamente, con el correr de los tiempos, perdió el simbolismo y el marco cultural, sirvió de excusas a las miles de meretrices profesionales que pululaban por los jardines de sus templos.
Afrodita fue asimilada a Venus, una diosa de huertos y jardines en el mundo romano. Hasta nosotros ha llegado sobre todo su faceta relacionada con el amor, la sensualidad y la sexualidad, pero incluso en el mundo romano, Lucrecio canta a Venus llamándola: "... madre de Eneas y de toda su raza, placer de los dioses y de los hombres, Venus que das la vida", subrayando que su poder rige la rueda de las constelaciones, el movimiento de las olas que guían los barcos y la expresión de toda criatura en este mundo que, bajo su mandato, se vierte pleno de alegría y de amor.
martes, 22 de abril de 2008
lunes, 21 de abril de 2008
domingo, 20 de abril de 2008
El Cosmos mismo tiembla ante el aspecto oscuro de la Diosa. Es cuando firme y terrorífica Kali, la Negra, baila frenética la danza de los mundos de forma complementaria e inversa a la de su consorte, el Danzarín celeste, y Perséfona, desvelada, puede sentarse en cátedra frente a las almas desencarnadas.
Señora de todas las esencias, vestida con el resplandor de la bondad a quién aman los cielos y la Tierra, del templo amigo de An, le vistes de grandes ornamentos, deseas la diadema de las altas sacerdotisas aquellas que sostienen las siete esencias, tu las has tomado y las has colgado en tu mano.
Enheduanna.Sacerdotisa de Inanna.
"Madre de Eneas y de toda su raza, placer de los Dioses y de los hombres, Venus que das la vida. Bajo tu hacer la rueda de las constelaciones del cielo y toda la naturaleza está llena de ebullición tanto la vida en el mar que mantiene a flote nuestros barcos, como la tierra que produce nuestra comida. A través tuyo todas las criaturas vivientes son concebidas y pueden llegar a ver la luz del sol... tú sola eres el poder que guía el Universo y, sin tí, nada emerge en el mundo brillante de la luz para crecer en alegría y amor".
Invocación a Venus. Lucrecio
Señora de todas las esencias, vestida con el resplandor de la bondad a quién aman los cielos y la Tierra, del templo amigo de An, le vistes de grandes ornamentos, deseas la diadema de las altas sacerdotisas aquellas que sostienen las siete esencias, tu las has tomado y las has colgado en tu mano.
Enheduanna.Sacerdotisa de Inanna.
"Madre de Eneas y de toda su raza, placer de los Dioses y de los hombres, Venus que das la vida. Bajo tu hacer la rueda de las constelaciones del cielo y toda la naturaleza está llena de ebullición tanto la vida en el mar que mantiene a flote nuestros barcos, como la tierra que produce nuestra comida. A través tuyo todas las criaturas vivientes son concebidas y pueden llegar a ver la luz del sol... tú sola eres el poder que guía el Universo y, sin tí, nada emerge en el mundo brillante de la luz para crecer en alegría y amor".
Invocación a Venus. Lucrecio
La Diosa en nosotros (II)
Más, ¿no es la oscuridad el origen de la luz? ¿No es en lo profundo de la noche cuando se origina el día? ¿No muestra Hécate triforme una antorcha luminosa en el centro de las encrucijadas? ¿No es, también, la mansión de los muertos el lugar del origen, la fuente de la vida y la sede del conocimiento? ¿No se encuentran allí los tesoros escondidos? Tal vez por ello la Diosa oscura lo es también de la magia y del conocimiento secreto...
Celeste, terrena y marina o subterránea, tres manifestaciones asociadas a la luna. Porque en sus más antiguas representaciones la Diosa aparece como una deidad lunar, que posibilitó a los humanos la medida del tiempo. Reina de la noche, frente al sol, señora de lo oculto, con su rostro de plata simboliza la mutabilidad y el cambio, la renovación cíclica; también la fecundidad, la vitalidad, las emociones, la inspiración y por tanto la expresión creativa y el conocimiento intuitivo. A la luna aluden esas piedras meteóricas que aparecen en muchas de las representaciones artísticas de los pueblos del pasado y las piedras negras, como la Kaaba, a cuyo Santuario han de peregrinar obligatoriamente los musulmanes quienes, sin saberlo, de alguna manera veneran a la Antigua Diosa que antaño reinó en sus territorios.
Si es una en sí misma, si contiene infinitas posibilidades, es la llamada Diosa Virgen, en cualquiera de sus manifestaciones, representada en ocasiones como andrógina para resaltar ese aspecto de autoposesión, de completud, de todalidad. Y si aparece como lo femenino por excelencia, es Shakti, impulso, flujo, corriente, dinamismo vital, energía, fuerza y sostén; el aspecto femenino,el factor vivificante, el Alma del Cosmos y de lo masculino en general, de ahí su búsqueda desde el ámbito psicológico como complemento interno y factor de regeneración.
Shakti gobierna las corrientes energéticas que sostienen y renuevan la Vida. Por eso Ella es representada como serpiente. Impulso serpentino que fluye por los canales celestes, por los vasos de la tierra y por los diferentes conductos similares de los seres vivos. No hay que olvidar que la serpiente, desde el fondo de los milenios, siempre ha estado relacionada con la Diosa hasta que el cristianismo, paradójicamente, la enemistó con la mujer relegándola al mundo inferior.
India nos muestra claramente este concepto con las Shakti de los dioses más importantes del hinduismo. El tantrismo venera a Shakti y en otras culturas, las esposas divinas expresan esta faceta de similitud, al tiempo que contraparte y complementariedad del dios. Son el Poder del dios. Más Shakti siempre es una vía de unificación e integración; no en vano, Devi, la Diosa, ha constituido uno de los seis Caminos en la India, y en la actualidad, el culto a Shakti constituuye uno de los más importantes al lado de los Visnuitas y Shivaitas.
En tal expresión, la Diosa también es mediadora y conductora; ella, Materia, se yergue sobre la misma materia para llegar, pulsátil y vibrante, fuerte y sinuosa hasta la Mente, hasta la Conciencia, hasta el Espíritu, hasta los Dioses, hasta Dios, hasta el Origen... Bajo estos atributos es Tara, Dolma, la compasiva, y aún se constituye en la misma esencia budisátwica para el budismo tibetano.
Como elemento de constancia en el Cosmos es, como factor de permanencia, resiste. Sabe más que conoce, por eso en muchos aspectos, la Diosa encarna la Sabiduría y se instaura en modelo para las mujeres. Como Diosa libre e independiente representa la primavera con sus promesas de vida; también la primera juventud, la actividad y los proyectos. Es la luna creciente que tiende a la plenitud. Nos habla también de la primera fase del ciclo femenino. Es Afrodita, es Artemisa, es Atenea.
Si aparece como madre, se relaciona con el verano, con las cosechas crecidas, los frutos en sazón. Nos habla de la madurez de la vida, de la actualización de las potencias, de la realización y de la plenitud; muchas veces de la función femenina de la esposa y siempre de la madre. Preside el cielo bajo la forma de la luna llena, plena de hermosura, completa y luminosa. Corresponde al momento de la ovulación y al de la fecundación. Es María embarazada y la madre nutricia que sostiene al niño otorgando parte de su esencia en alimento. Puede dar porque posee. Es Isis con Horus.
Mostrando en su esencia la experiencia del tiempo transcurrido, de la obra hecha, es en la naturaleza el tiempo de las mieses cosechadas, del grano recogido. Es el otoño que camina hacia el invierno, la vida vivida, la luna menguante, la mujer sabia, la mujer chamán, curandera, tal vez bruja, sacerdotisa y maestra. Preside la segunda mitad de la vida, los años maduros, el declinar hacia la vejez y la vejez misma. Se personifica a través de todas las diosas oscuras. En las mujeres rige el periodo posterior a la ovulación que conduce a la menstruación.
Dueña de la vida y la muerte, la Diosa la trasciende. Ella misma se expande y mengua, muere y renace. También muere y renace su hijo. La representación del hijo-amante que surgiendo del seno de la madre se convierte, adulto, en su consorte para desaparecer posteriormente y resucitar de nuevo, es un tema que aparece de modo más o menos manifiesto en el simbolismo de todas las culturas de la antigüedad y corresponde a un aspecto más de su expresión cíclica. Innumerables imágenes nos muestran a la Madre Dolorosa lamentando la desaparición del hijo y compañero. Cibeles llora a Atis, Inanna a Dummuzi, Isthar a Tammuz, Afrodita a Adonis, Isis peregrina en pos del cadaver de su esposo y, finalmente, María recoge en sus brazos el cuerpo inerte del Hijo.
Eternamente antigua es, sin embargo, permanentemente presente; acercarnos a su esencia es entrar en su reino y es hacerla reinar en nuestro interior. Es descubrir aquello que, de un modo u otro, como seres vivos, hombres o mujeres, late en nuestra alma; aún más, es recobrar el alma porque Ella es el Alma misma. Desde esta perspectiva nosotros le pertenecemos a la vez que Ella habita en nuestras profundidades. El viaje interior constituye un buen acercamiento, el campo del símbolo un método para encontrarla. Los sueños, las fantasías, la imaginación activa y la creación artística las puertas que nos conducen a Su presencia.
Celeste, terrena y marina o subterránea, tres manifestaciones asociadas a la luna. Porque en sus más antiguas representaciones la Diosa aparece como una deidad lunar, que posibilitó a los humanos la medida del tiempo. Reina de la noche, frente al sol, señora de lo oculto, con su rostro de plata simboliza la mutabilidad y el cambio, la renovación cíclica; también la fecundidad, la vitalidad, las emociones, la inspiración y por tanto la expresión creativa y el conocimiento intuitivo. A la luna aluden esas piedras meteóricas que aparecen en muchas de las representaciones artísticas de los pueblos del pasado y las piedras negras, como la Kaaba, a cuyo Santuario han de peregrinar obligatoriamente los musulmanes quienes, sin saberlo, de alguna manera veneran a la Antigua Diosa que antaño reinó en sus territorios.
Si es una en sí misma, si contiene infinitas posibilidades, es la llamada Diosa Virgen, en cualquiera de sus manifestaciones, representada en ocasiones como andrógina para resaltar ese aspecto de autoposesión, de completud, de todalidad. Y si aparece como lo femenino por excelencia, es Shakti, impulso, flujo, corriente, dinamismo vital, energía, fuerza y sostén; el aspecto femenino,el factor vivificante, el Alma del Cosmos y de lo masculino en general, de ahí su búsqueda desde el ámbito psicológico como complemento interno y factor de regeneración.
Shakti gobierna las corrientes energéticas que sostienen y renuevan la Vida. Por eso Ella es representada como serpiente. Impulso serpentino que fluye por los canales celestes, por los vasos de la tierra y por los diferentes conductos similares de los seres vivos. No hay que olvidar que la serpiente, desde el fondo de los milenios, siempre ha estado relacionada con la Diosa hasta que el cristianismo, paradójicamente, la enemistó con la mujer relegándola al mundo inferior.
India nos muestra claramente este concepto con las Shakti de los dioses más importantes del hinduismo. El tantrismo venera a Shakti y en otras culturas, las esposas divinas expresan esta faceta de similitud, al tiempo que contraparte y complementariedad del dios. Son el Poder del dios. Más Shakti siempre es una vía de unificación e integración; no en vano, Devi, la Diosa, ha constituido uno de los seis Caminos en la India, y en la actualidad, el culto a Shakti constituuye uno de los más importantes al lado de los Visnuitas y Shivaitas.
En tal expresión, la Diosa también es mediadora y conductora; ella, Materia, se yergue sobre la misma materia para llegar, pulsátil y vibrante, fuerte y sinuosa hasta la Mente, hasta la Conciencia, hasta el Espíritu, hasta los Dioses, hasta Dios, hasta el Origen... Bajo estos atributos es Tara, Dolma, la compasiva, y aún se constituye en la misma esencia budisátwica para el budismo tibetano.
Como elemento de constancia en el Cosmos es, como factor de permanencia, resiste. Sabe más que conoce, por eso en muchos aspectos, la Diosa encarna la Sabiduría y se instaura en modelo para las mujeres. Como Diosa libre e independiente representa la primavera con sus promesas de vida; también la primera juventud, la actividad y los proyectos. Es la luna creciente que tiende a la plenitud. Nos habla también de la primera fase del ciclo femenino. Es Afrodita, es Artemisa, es Atenea.
Si aparece como madre, se relaciona con el verano, con las cosechas crecidas, los frutos en sazón. Nos habla de la madurez de la vida, de la actualización de las potencias, de la realización y de la plenitud; muchas veces de la función femenina de la esposa y siempre de la madre. Preside el cielo bajo la forma de la luna llena, plena de hermosura, completa y luminosa. Corresponde al momento de la ovulación y al de la fecundación. Es María embarazada y la madre nutricia que sostiene al niño otorgando parte de su esencia en alimento. Puede dar porque posee. Es Isis con Horus.
Mostrando en su esencia la experiencia del tiempo transcurrido, de la obra hecha, es en la naturaleza el tiempo de las mieses cosechadas, del grano recogido. Es el otoño que camina hacia el invierno, la vida vivida, la luna menguante, la mujer sabia, la mujer chamán, curandera, tal vez bruja, sacerdotisa y maestra. Preside la segunda mitad de la vida, los años maduros, el declinar hacia la vejez y la vejez misma. Se personifica a través de todas las diosas oscuras. En las mujeres rige el periodo posterior a la ovulación que conduce a la menstruación.
Dueña de la vida y la muerte, la Diosa la trasciende. Ella misma se expande y mengua, muere y renace. También muere y renace su hijo. La representación del hijo-amante que surgiendo del seno de la madre se convierte, adulto, en su consorte para desaparecer posteriormente y resucitar de nuevo, es un tema que aparece de modo más o menos manifiesto en el simbolismo de todas las culturas de la antigüedad y corresponde a un aspecto más de su expresión cíclica. Innumerables imágenes nos muestran a la Madre Dolorosa lamentando la desaparición del hijo y compañero. Cibeles llora a Atis, Inanna a Dummuzi, Isthar a Tammuz, Afrodita a Adonis, Isis peregrina en pos del cadaver de su esposo y, finalmente, María recoge en sus brazos el cuerpo inerte del Hijo.
Eternamente antigua es, sin embargo, permanentemente presente; acercarnos a su esencia es entrar en su reino y es hacerla reinar en nuestro interior. Es descubrir aquello que, de un modo u otro, como seres vivos, hombres o mujeres, late en nuestra alma; aún más, es recobrar el alma porque Ella es el Alma misma. Desde esta perspectiva nosotros le pertenecemos a la vez que Ella habita en nuestras profundidades. El viaje interior constituye un buen acercamiento, el campo del símbolo un método para encontrarla. Los sueños, las fantasías, la imaginación activa y la creación artística las puertas que nos conducen a Su presencia.
En el comienzo era el Abismo sin fondo y sin límites, la Nada y el Todo a la vez, el Caos indeterminado que contiene todas las cosas todavía sin nombre y sin concreción. Y antes del Abismo, quizás, la Razón Inabarcable de ese Origen apenas perceptible, la recóndita semilla de los Mundos y de los Seres. Lo Absoluto de imposible conocimiento; la idea del Cosmos que escapa a toda comprensión, la pregunta sin respuesta: el Enigma.
En el principio era también la Potencia, lo que podría llegar a ser. Aquello inconcebible contenedor de ambos gérmenes. Lo que luego llamáramos "Padre" y "Madre" se hallaban inscritos en esa Totalidad, juntos, sin diferencia aparente, en interacción continua conteniendo en si todas las posibilidades de plasmación.
Con el primer latido se inició la separación: fue acto el comienzo del Tiempo, se hizo el Espacio y la vida fluyó. Hubo ritmo, hubo un lugar para la Creación, y lo Uno se vertió, se plasmó, se convirtió en Dualidad manifiesta... El desdoblamiento originó las grandes aguas y el viento que las agita; y nació el espejo que permitía a uno y otro reflejarse en similitud y oposición.
Desde entonces existió una dirección y un transcurrir; un arriba y un abajo, un cielo y una tierra, lo izquierdo y lo derecho... Existió la Materia Primera, la Sustancia Primordial y el hálito del Espíritu. La Ley necesitó el sustento de energía para actuar, precisó de las formas que la cumplieran. Existió el impulso que tras sucesivas divisiones permitió la aparición de los seres individuales y, paralelamente, la fuerza que insta a las criaturas separadas a religarse en el anhelo de recobrar la Unidad perdida.
Éste podría ser, en síntesis, el contenido de tantas representaciones simbólicas vertidas en las Teogonías de la Antigüedad con sus abstracciones y personificaciones que nos explican la génesis del Mundo. Porque prácticamente todas, de una forma u otra, nos hablan de la polaridad como requisito para la creación y perpetuación de las cosas, polaridad que en las tradiciones se ha resumido y se ha explicado con el concepto de género.
Así ha nacido en el imaginario humano la Madre de Todo, el aspecto femenino de la Naturaleza y, por extensión, la Naturaleza misma manifestada; que se ha entendido como el soporte, el sostén, la base necesaria para la vida siendo a la vez la representación de la Vida.
Es Prakriti en la India, densa o sutil, al decir de los eruditos, según los niveles de plasmación. Cuando se convierte en la Madre Divina es Aditi, que alumbra a los Dioses. También es la consorte del Dios Creador, o bien, la madre de la Pareja Primordial de la que surge el Universo más comprensible para nosotros. Es la Diosa de las Montañas de los antiguos Drávidas, Parvati, la consorte de Shiva. Es Gaia entre los Griegos, la del amplio seno, al decir de Hesiodo. También es Hera; y es Juno, ahora para Roma.
Si crea directamente a los hombres es la Diosa Nu-wa de las tradiciones chinas, amasando a sus hijos -cómo no- del barro de la tierra. Puede ser la hija del Gran Espíritu de las culturas nativas americanas del área de las praderas, que se precipitó en el mundo fragmentándose y originando lo creado. Puede ser, siguiendo con la misma idea, Perséfone, tejedora de todas las cosas y circunstancias que se iban plasmando conforme aparecían en su tela y que, desoyendo a su madre, fue tentada por Eros y cayó al inframundo (en un nivel de interpretación, nuestra tierra).
Si aparece como fuente de todas las cosas es la Gran Madre asiática, la de los Mil Nombres y Atributos; tambien Mahadevi en el hinduísmo, la Mahamaya de los Puranas, la cradora, conservadora y destructora de los seres. De ella se originó el Espacio y es a la vez el Cuerpo de ese Espacio inmenso cuyo manto contiene a las estrellas y a los soles y cuya esencia los sostiene rítmicamente a través de los ciclos que la caracterizan. Cuna y sepulcro de las formas, su útero gesta y finalmente recoge a los seres vivos transmutándolos en una nueva apariencia, en una nueva expresión. De ahí el caldero de la celta Ceredwein, el de Dagdé, que portaba la tribu de la Diosa Dana en los ancestros irlandeses, a su llegada a la isla y el posterior Grial, y la copa receptora como símbolo de contención.
También la caverna se asocia con la Diosa. La caverna oscura que se abre en la roca permite mil transformaciones y cambios de estado. ¿Cómo no pensar entonces en la redoma de ciertos grabados alquimistas en cuyo interior se representa al Anima Mundi dentro del contexto de la Obra? ¿Y cómo no pensar en la inmersión en las aguas, en el hecho de ser tragado por un gran pez y en el descenso a los infiernos, tan común en el contexto heroico donde el candidato muere y renace como iniciado; renovado, con mayor conocimiento, con mayor conciencia...?
Si la Diosa contiene todas las potencias es la Virgen Celeste antes de recibir la impronta del espíritu, si alienta a la vida es la Madre de Todos en el Cosmos y en nuestro mundo y entonces puede ser la Tierra Madre, Oikos, casa, el suelo firme que brinda un hogar a sus criaturas. O la tierra fecunda que nutre a todos los seres y permite su existencia sin requisito, la vieja Pachamama de la región andina.
Podemos encontrarla entonces bajo diversas manifestaciones. Es la Diosa de los antiguos minoicos asociada a la paloma, al delfín, a la serpiente y al toro; la nutricia Hathor, Isis amamantando al Hijo. Demeter protegiendo a las cosechas. Puede ser también la Naturaleza toda que tanta imaginación y belleza derrocha por doquier procurando incontables formas y recursos para sus pequeñuelos, a la vez que regula los ámbitos y el cariz de su desenvolvimiento. Entonces es la Reina de las Bestias, uno de cuyos aspectos encarna la Artemisa del bosque salvaje o la misma Cibeles y los jabalíes, los ciervos (o los leones) la acompañan. Puede hechizar, seducir, al contener en sí la gracia, el encanto de su obra o envolver en un halo de encanto a sus criaturas. Con tales atributos es la Isthar mesopotámica o la Afrodita griega, la del velo dorado, la del cinturón mágico, a cuyo paso las bestezuelas, según canta el himno, se retiran a los bosques para aparearse porque encarna el Eros, el principio de Unión al servicio del mantenimiento de la Vida.
Representa a la Tierra, pero también a las aguas, tanto al Océano abisal de los comienzos, las profundas aguas del cielo como los energéticos mares y ríos, puesto que Ella misma es la fuente del Agua de la Vida cuyo fluir es contínuo y cuyas mareas obedecen a sus ritmos. Una de las evocaciones más antiguas de la Diosa es la Sarasvati de los Vedas, regente de los ríos.
También encarna la Ley que regula a la Creación para su mantenimiento y propósito; así conduce a las distintas vidas que se inscriben en la Gran Corriente Vital para que puedan existir, crecer, desarrollarse, expresarse como criaturas individuales y cumplir su función y su destino. Por eso la humanidad ha representado una faceta de la Diosa como justiciera, legisladora, socializadora y portadora de civilización. En el primer caso, sostiene los hilos del destino y se la representa como una telaraña en los viejos mitos irlandeses. Es una red que integra a todo lo creado. Las Parcas en Grecia serían sus dígitos, pero también es Némesis, es Maat en Egipto, siempre inexorable.
Si nos introduce en lo cultural, ámbito tan específicamente humano, tenemos el ejemplo de Inanna en Sumeria, donando a los hombres códigos de conducta traídos del cielo; Demeter y Atenea para los griegos permitiendo con las innovaciones agrícolas el paso a un nuevo orden social, una, y aportando arte e industria, otra; o de nuevo Sarasvati para India, que llegó a ser protectora de las artes y de las letras.
Pero no siempre es luminosa. También representa el furor de la guerra. Llena de coraje e impulso alienta a los guerreros, su deseo les sostiene en el combate. Preside sus lides y les conduce a la victoria, en muchos casos a pesar de la muerte. Es voluntariosa como Isthar. Es impetuosa como Anat. Poderosa como Atenea.
Sus cuidados pueden resultar posesivos. El amparo de su regazo puede tornarse prisión. Su seguridad confortante y su protección sofocar el crecimiento. Su exaltación erótica convertirse en lascivia. Si ella alumbra y protege, puede también mostrar la fuerza de las sombras, tan temibles habitualmente para los humanos. Entonces es destructiva.
Puede manifestar su cólera y con ella los elementos se desencadenan, entonces su cuerpo se contrae, los vientos arrecian, las tierras se convulsionan, los volcanes vomitan su fuego. Súbitamente puede sacudirse a sus criaturas y entonces los seres vegetales, animales y humanos se agitan y perecen en el Caos temible del remolino que Ella ha provocado.
Puede, suave o violenta, reclamar la corriente vital donada a las criaturas o destruir su forma aparente para recogerla en su seno porque es la Reina de Todas las Mareas: Ahora nos muestra la diosa su aspecto sombrío, no por fuerza maligno aunque aparezca como reina de los Infiernos, Señora de los Muertos o la Muerte misma, como Ereskingar, la reina del helado Helfeld, el país del frío, la reina de la Nieve que luego aparecerá en los cuentos.
En el principio era también la Potencia, lo que podría llegar a ser. Aquello inconcebible contenedor de ambos gérmenes. Lo que luego llamáramos "Padre" y "Madre" se hallaban inscritos en esa Totalidad, juntos, sin diferencia aparente, en interacción continua conteniendo en si todas las posibilidades de plasmación.
Con el primer latido se inició la separación: fue acto el comienzo del Tiempo, se hizo el Espacio y la vida fluyó. Hubo ritmo, hubo un lugar para la Creación, y lo Uno se vertió, se plasmó, se convirtió en Dualidad manifiesta... El desdoblamiento originó las grandes aguas y el viento que las agita; y nació el espejo que permitía a uno y otro reflejarse en similitud y oposición.
Desde entonces existió una dirección y un transcurrir; un arriba y un abajo, un cielo y una tierra, lo izquierdo y lo derecho... Existió la Materia Primera, la Sustancia Primordial y el hálito del Espíritu. La Ley necesitó el sustento de energía para actuar, precisó de las formas que la cumplieran. Existió el impulso que tras sucesivas divisiones permitió la aparición de los seres individuales y, paralelamente, la fuerza que insta a las criaturas separadas a religarse en el anhelo de recobrar la Unidad perdida.
Éste podría ser, en síntesis, el contenido de tantas representaciones simbólicas vertidas en las Teogonías de la Antigüedad con sus abstracciones y personificaciones que nos explican la génesis del Mundo. Porque prácticamente todas, de una forma u otra, nos hablan de la polaridad como requisito para la creación y perpetuación de las cosas, polaridad que en las tradiciones se ha resumido y se ha explicado con el concepto de género.
Así ha nacido en el imaginario humano la Madre de Todo, el aspecto femenino de la Naturaleza y, por extensión, la Naturaleza misma manifestada; que se ha entendido como el soporte, el sostén, la base necesaria para la vida siendo a la vez la representación de la Vida.
Es Prakriti en la India, densa o sutil, al decir de los eruditos, según los niveles de plasmación. Cuando se convierte en la Madre Divina es Aditi, que alumbra a los Dioses. También es la consorte del Dios Creador, o bien, la madre de la Pareja Primordial de la que surge el Universo más comprensible para nosotros. Es la Diosa de las Montañas de los antiguos Drávidas, Parvati, la consorte de Shiva. Es Gaia entre los Griegos, la del amplio seno, al decir de Hesiodo. También es Hera; y es Juno, ahora para Roma.
Si crea directamente a los hombres es la Diosa Nu-wa de las tradiciones chinas, amasando a sus hijos -cómo no- del barro de la tierra. Puede ser la hija del Gran Espíritu de las culturas nativas americanas del área de las praderas, que se precipitó en el mundo fragmentándose y originando lo creado. Puede ser, siguiendo con la misma idea, Perséfone, tejedora de todas las cosas y circunstancias que se iban plasmando conforme aparecían en su tela y que, desoyendo a su madre, fue tentada por Eros y cayó al inframundo (en un nivel de interpretación, nuestra tierra).
Si aparece como fuente de todas las cosas es la Gran Madre asiática, la de los Mil Nombres y Atributos; tambien Mahadevi en el hinduísmo, la Mahamaya de los Puranas, la cradora, conservadora y destructora de los seres. De ella se originó el Espacio y es a la vez el Cuerpo de ese Espacio inmenso cuyo manto contiene a las estrellas y a los soles y cuya esencia los sostiene rítmicamente a través de los ciclos que la caracterizan. Cuna y sepulcro de las formas, su útero gesta y finalmente recoge a los seres vivos transmutándolos en una nueva apariencia, en una nueva expresión. De ahí el caldero de la celta Ceredwein, el de Dagdé, que portaba la tribu de la Diosa Dana en los ancestros irlandeses, a su llegada a la isla y el posterior Grial, y la copa receptora como símbolo de contención.
También la caverna se asocia con la Diosa. La caverna oscura que se abre en la roca permite mil transformaciones y cambios de estado. ¿Cómo no pensar entonces en la redoma de ciertos grabados alquimistas en cuyo interior se representa al Anima Mundi dentro del contexto de la Obra? ¿Y cómo no pensar en la inmersión en las aguas, en el hecho de ser tragado por un gran pez y en el descenso a los infiernos, tan común en el contexto heroico donde el candidato muere y renace como iniciado; renovado, con mayor conocimiento, con mayor conciencia...?
Si la Diosa contiene todas las potencias es la Virgen Celeste antes de recibir la impronta del espíritu, si alienta a la vida es la Madre de Todos en el Cosmos y en nuestro mundo y entonces puede ser la Tierra Madre, Oikos, casa, el suelo firme que brinda un hogar a sus criaturas. O la tierra fecunda que nutre a todos los seres y permite su existencia sin requisito, la vieja Pachamama de la región andina.
Podemos encontrarla entonces bajo diversas manifestaciones. Es la Diosa de los antiguos minoicos asociada a la paloma, al delfín, a la serpiente y al toro; la nutricia Hathor, Isis amamantando al Hijo. Demeter protegiendo a las cosechas. Puede ser también la Naturaleza toda que tanta imaginación y belleza derrocha por doquier procurando incontables formas y recursos para sus pequeñuelos, a la vez que regula los ámbitos y el cariz de su desenvolvimiento. Entonces es la Reina de las Bestias, uno de cuyos aspectos encarna la Artemisa del bosque salvaje o la misma Cibeles y los jabalíes, los ciervos (o los leones) la acompañan. Puede hechizar, seducir, al contener en sí la gracia, el encanto de su obra o envolver en un halo de encanto a sus criaturas. Con tales atributos es la Isthar mesopotámica o la Afrodita griega, la del velo dorado, la del cinturón mágico, a cuyo paso las bestezuelas, según canta el himno, se retiran a los bosques para aparearse porque encarna el Eros, el principio de Unión al servicio del mantenimiento de la Vida.
Representa a la Tierra, pero también a las aguas, tanto al Océano abisal de los comienzos, las profundas aguas del cielo como los energéticos mares y ríos, puesto que Ella misma es la fuente del Agua de la Vida cuyo fluir es contínuo y cuyas mareas obedecen a sus ritmos. Una de las evocaciones más antiguas de la Diosa es la Sarasvati de los Vedas, regente de los ríos.
También encarna la Ley que regula a la Creación para su mantenimiento y propósito; así conduce a las distintas vidas que se inscriben en la Gran Corriente Vital para que puedan existir, crecer, desarrollarse, expresarse como criaturas individuales y cumplir su función y su destino. Por eso la humanidad ha representado una faceta de la Diosa como justiciera, legisladora, socializadora y portadora de civilización. En el primer caso, sostiene los hilos del destino y se la representa como una telaraña en los viejos mitos irlandeses. Es una red que integra a todo lo creado. Las Parcas en Grecia serían sus dígitos, pero también es Némesis, es Maat en Egipto, siempre inexorable.
Si nos introduce en lo cultural, ámbito tan específicamente humano, tenemos el ejemplo de Inanna en Sumeria, donando a los hombres códigos de conducta traídos del cielo; Demeter y Atenea para los griegos permitiendo con las innovaciones agrícolas el paso a un nuevo orden social, una, y aportando arte e industria, otra; o de nuevo Sarasvati para India, que llegó a ser protectora de las artes y de las letras.
Pero no siempre es luminosa. También representa el furor de la guerra. Llena de coraje e impulso alienta a los guerreros, su deseo les sostiene en el combate. Preside sus lides y les conduce a la victoria, en muchos casos a pesar de la muerte. Es voluntariosa como Isthar. Es impetuosa como Anat. Poderosa como Atenea.
Sus cuidados pueden resultar posesivos. El amparo de su regazo puede tornarse prisión. Su seguridad confortante y su protección sofocar el crecimiento. Su exaltación erótica convertirse en lascivia. Si ella alumbra y protege, puede también mostrar la fuerza de las sombras, tan temibles habitualmente para los humanos. Entonces es destructiva.
Puede manifestar su cólera y con ella los elementos se desencadenan, entonces su cuerpo se contrae, los vientos arrecian, las tierras se convulsionan, los volcanes vomitan su fuego. Súbitamente puede sacudirse a sus criaturas y entonces los seres vegetales, animales y humanos se agitan y perecen en el Caos temible del remolino que Ella ha provocado.
Puede, suave o violenta, reclamar la corriente vital donada a las criaturas o destruir su forma aparente para recogerla en su seno porque es la Reina de Todas las Mareas: Ahora nos muestra la diosa su aspecto sombrío, no por fuerza maligno aunque aparezca como reina de los Infiernos, Señora de los Muertos o la Muerte misma, como Ereskingar, la reina del helado Helfeld, el país del frío, la reina de la Nieve que luego aparecerá en los cuentos.
miércoles, 16 de abril de 2008
SIMBOLISMO DE LAS VIRGENES NEGRAS. VÍRGENES NEGRAS DE MADRID


Aquellos que se han sentido atraídos por imágenes de vírgenes negras coinciden en señalar algunos aspectos que las diferencian de otro tipo de representaciones de la virgen, por ejemplo, el hecho de que fueran fabricadas negras a propósito. Su color no es fruto de la acción del tiempo o de la exposición a los cirios como se ha querido explicar. En las auténticas, el rostro y las manos de la madre y el hijo son negros o están pintados de negro mientras que el traje está policromado.
Se caracterizan por ser pequeñas tallas de madera que no suelen exceder los 70 centímetros de alto por 30 de ancho y 30 de profundidad. Están entronizadas en cátedra con el niño sentado en el regazo. Más raramente en la rodilla izquierda. A veces el niño tiene un libro cerrado en la mano izquierda y sus rasgos suelen estar menos trabajados que los de su madre. Ésta mantiene una expresión corporal y del rostro hieráticas. Firmes y relajadas a un tiempo, las tallas transmiten poder. Su mirada se dirige hacia delante, y es a la vez serena y lejana.
A veces se aprecia un cierto toque oriental; sus leyendas se refieren a Oriente, a Bizancio, de donde pasarían a diversos puntos del orbe cristiano. El cristianismo atribuye legendariamente a San Lucas la inmensa mayoría de las vírgenes negras, con lo que dirige nuestras miradas hacia Asia Menor, sin embargo este hecho sin duda tiene una interpretación simbólica. También Oriente aparece en las menciones de que fueron los cruzados los que las introdujeron en sus países de origen a su regreso.
Históricamente podemos situar su apogeo entre los siglos XI y XII, raramente se las puede enclavar en el XIII. Artísticamente pertenecen al románico. Las talladas durante el gótico posiblemente hagan referencia y sean nuevas representaciones de imágenes anteriores; así como las imágenes cuya leyenda apunta a épocas previas a estos siglos puede que evoquen tallas a su vez cristianizadas, cuando no la misma imagen, de cultos paganos más antiguos. Porque, aunque las vírgenes negras a menudo fueron encontradas por vaqueros o por pastores, lo cierto es que el centro de pleitesía corresponde al enclave donde antaño se veneraba a una deidad pagana de antiquísima tradición y objeto de peregrinación secular. Vinculadas a un entorno de cuevas, montañas, árboles, pozos y cursos de agua y, en el caso de Francia donde se ha comprobado este hecho, a dólmenes y otros monumentos megalíticos, se integran con la Naturaleza y parecen reinar dentro de ella.
Es en Francia donde se ha encontrado la pervivencia de tradiciones subyacentes a sus festejos de lejano origen, como son ofrendas de ruedas de cera, velas de color verde, etc. y que han querido asociarse a remotas ceremonias celtas en honor de una diosa madre.
Los estudiosos franceses de estas imágenes han resaltado su reaparición medieval coincidiendo con el entrecruzamiento de distintas corrientes culturales en un momento histórico cercano al Milenio, confluyendo la tradición celta cristianizada, la cristiano visigótica y las romanas oriental y occidental en la síntesis que realizaron las órdenes monásticas, San Bernardo, figura clave en la expansión del culto mariano, y los Templarios.
Al imponerse los benedictinos aunando las corrientes anteriores, se procede a una consolidación de la infraestructura de la ruta jacobea, tales como albergues y hospitales. Posteriormente, magníficas catedrales consagradas a Nuestra Señora albergarán algunas de estas imágenes o réplicas suyas. El empuje artístico nos ofrece dos facetas: la de la expresión arquitectónica y escultórica y la del contenido subyacente. Mucho se ha hablado de las cofradías de constructores que conocemos sobre todo a partir del románico y que empezaron a hacer hablar a la piedra dejando su firma impresa en la misma, alcanzando la eclosión final en el gótico. Bajo escenas evangélicas y fabulaciones bíblicas se encuentran alegorías gnósticas, astrológicas y alquímicas. Los animales fantásticos y motivos vegetales no son adornos, sino imágenes que transmiten un mensaje. Estamos muchas veces frente a grandes símbolos y como es propio de esta categoría, son universales. Portan contenidos arquetípicos.
Al parecer son tres las cofradías de artesanos que se conocen: los Hijos del Padre Soubise, bajo la protección benedictina, que levantaron monumentos románicos, los Hijos de Salomón, cercanos a la orden del Cister y por tanto en relación más o menos directa con los Templarios, considerada como impulsora del gótico, y los Jacks, o Hijos del Maestro Jacks o Jacques, a quienes se les ha relacionado con las catedrales de Chartres, Amiens y Reims, además de muchos edificios del Camino de Santiago. A este último grupo se le ha atribuido una gran parte de la transmisión de contenidos simbólicos ancestrales relacionados con las creencias celtas e incluso pre-celtas que aparecen a lo largo de toda la ruta jacobea y que si no ha estado vinculado, sí ha acompañado sincrónicamente a las vírgenes negras. J
Tanto el negro como su opuesto, el blanco, son colores límite. Uno representa la ausencia de color y el otro su síntesis. El negro está asociado a las tinieblas primordiales, a la indiferenciación de los comienzos, a los abismos del cielo y de la tierra, a lo profundo donde todos los elementos parecen unirse. Así, representa al Caos, que todo lo contiene en potencia y donde todas las cosas son posibles. El negro y el blanco han sido asociados a la muerte en tanto que umbral y elemento de confluencia y, a la vez, de partida en un nuevo cambio, una mutación y una transformación. El negro es el color de la noche, de la oscuridad, de la no-luz y del tiempo anterior a la luz. El negro representa también la disolución y la putrefacción donde los elementos que se han separado pueden reunirse y germinar bajo la acción de la humedad, apareciendo de nuevo a la luz. Esa faceta de ocultamiento, de la obra que se realiza más allá de la visión pero que sin embargo sucede, es lo que se ha asociado a la fecundidad y a la tarea oculta y secreta en que las cosas se van gestando hasta que llega el momento de su manifestación. Así, el negro ha sido asociado al Yin, el aspecto femenino de la Naturaleza.
Esta cualidad de potencial germinativo es la que ha hecho que se considere al Caos como el receptáculo en el que germinan las formas con las leyes que las rigen. Ese negro, femenino, potencial, contendría en sí la semilla de las cosas sujetas a ritmos, representaciones y transformaciones.
Acercamiento simbólico
En el aspecto de receptáculo la madre es el Gran Útero hecho de vida y vida misma en su potencial de gestación, el gran atanor que posibilita los cambios; por eso ha sido imaginada como una Gran Potencia que alumbra y recoge a los universos, los mundos y todos sus seres, de todos los órdenes y de todas las categorías; animales y vegetales y con ellos las Leyes que rigen sus procesos vitales. Se la ha personificado en la Magna Dea, la Diosa, la Gran Madre, Aditi, Maha Sackti para Oriente, fuerza vital que gesta, mantiene, sostiene; que anima y unifica y que, siendo Ella océano vital, conduce a sus seres inmersos en sus corrientes a través de los movimientos de sus aguas de vida.
Uno de sus símbolos es el caldero, el cáliz, la copa, el receptáculo contenedor. Otro, las Aguas, las Grandes Aguas de seno inmenso y profundo que huyen hacia el fin del cielo y hacia el punto más lejano de los océanos. Es la potencia que está más allá de las aguas y al mismo tiempo el agua misma; por eso es el movimiento, el ritmo, el ciclo, la oleada que lanza a sus seres para alimentarlos de su esencia, para permitirlos existir en ella misma y para reunirlos de nuevo en su seno.
Si es las aguas del espacio, constituye ese inmenso océano que espera el aliento divino para activarse. Si es la ola que regenera, recoge a todos sus hijos al final de sus ciclos de vida, ya sea en la larga duración del tiempo de los soles, como el momento de la pequeña partícula; desde lo enorme a lo ínfimo. Si expresa, plasma, si recoge, aúna. Entonces es la muerte. La pequeña muerte de cada ser y la Gran Muerte que devuelve a la Creación al silencio originario.
Ella que brinda los requisitos vitales, apenas es afectada por ellos. Por eso se la concibió como la Madre Virgen, intocada e intacta durante la eternidad antes de la Creación. Como Caos Primordial es la Madre de la Luz, como Cuerpo del Espacio en el que nacen, flotan y mueren los Universos, la Madre del Cosmos, de los Soles y de los Mundos con sus seres. Por eso es la Reina de la Naturaleza Toda. Por eso se la ha llamado la fructificadora, y los vegetales, animales y hombres surgen de ella y de ella se alimentan. Por eso se la ha representado con el niño divino en brazos; su fruto, que nos representa a todos, los grandes seres y los pequeños seres. Todos somos el Hijo.
Se la ha asociado a la Tierra y a la Luna. Como esencia gestante es la potencia ctónica que recoge a los muertos y los conserva, como las semillas caídas que duermen en su regazo, el tiempo necesario. Así se ha imaginado que las grutas y oquedades son puertas que conducen a un punto central en el inframundo, donde reina y vela por sus criaturas, otorgándolas el tiempo del sueño y el tiempo del despertar.
Cuando se la ha relacionado con la Luna, también vinculada desde tiempos inmemoriales con el tiempo, los ritmos vitales, las aguas, las mareas, la humedad y la fecundidad, también es dual: la Luna tiene una cara de luz y una vertiente de oscuridad nunca hollada por el Sol, eternamente sombría e inmutable; mientras que la faz luminosa está sujeta a diferentes expresiones de luz.
A los seres humanos nos cuesta mucho esfuerzo la visión unificadora e integrada. Nuestra mente tiende a separar las cosas en oposición; todo lo más, podemos entender la interacción de los pares como complementaria y la mayoría de las veces solo comprendemos la disyunción y el conflicto de la dualidad. Así, el simbolismo de la madre negra ha servido en muchas ocasiones para expresar aspectos que consideramos peyorativos.
Se caracterizan por ser pequeñas tallas de madera que no suelen exceder los 70 centímetros de alto por 30 de ancho y 30 de profundidad. Están entronizadas en cátedra con el niño sentado en el regazo. Más raramente en la rodilla izquierda. A veces el niño tiene un libro cerrado en la mano izquierda y sus rasgos suelen estar menos trabajados que los de su madre. Ésta mantiene una expresión corporal y del rostro hieráticas. Firmes y relajadas a un tiempo, las tallas transmiten poder. Su mirada se dirige hacia delante, y es a la vez serena y lejana.
A veces se aprecia un cierto toque oriental; sus leyendas se refieren a Oriente, a Bizancio, de donde pasarían a diversos puntos del orbe cristiano. El cristianismo atribuye legendariamente a San Lucas la inmensa mayoría de las vírgenes negras, con lo que dirige nuestras miradas hacia Asia Menor, sin embargo este hecho sin duda tiene una interpretación simbólica. También Oriente aparece en las menciones de que fueron los cruzados los que las introdujeron en sus países de origen a su regreso.
Históricamente podemos situar su apogeo entre los siglos XI y XII, raramente se las puede enclavar en el XIII. Artísticamente pertenecen al románico. Las talladas durante el gótico posiblemente hagan referencia y sean nuevas representaciones de imágenes anteriores; así como las imágenes cuya leyenda apunta a épocas previas a estos siglos puede que evoquen tallas a su vez cristianizadas, cuando no la misma imagen, de cultos paganos más antiguos. Porque, aunque las vírgenes negras a menudo fueron encontradas por vaqueros o por pastores, lo cierto es que el centro de pleitesía corresponde al enclave donde antaño se veneraba a una deidad pagana de antiquísima tradición y objeto de peregrinación secular. Vinculadas a un entorno de cuevas, montañas, árboles, pozos y cursos de agua y, en el caso de Francia donde se ha comprobado este hecho, a dólmenes y otros monumentos megalíticos, se integran con la Naturaleza y parecen reinar dentro de ella.
Es en Francia donde se ha encontrado la pervivencia de tradiciones subyacentes a sus festejos de lejano origen, como son ofrendas de ruedas de cera, velas de color verde, etc. y que han querido asociarse a remotas ceremonias celtas en honor de una diosa madre.
Los estudiosos franceses de estas imágenes han resaltado su reaparición medieval coincidiendo con el entrecruzamiento de distintas corrientes culturales en un momento histórico cercano al Milenio, confluyendo la tradición celta cristianizada, la cristiano visigótica y las romanas oriental y occidental en la síntesis que realizaron las órdenes monásticas, San Bernardo, figura clave en la expansión del culto mariano, y los Templarios.
Al imponerse los benedictinos aunando las corrientes anteriores, se procede a una consolidación de la infraestructura de la ruta jacobea, tales como albergues y hospitales. Posteriormente, magníficas catedrales consagradas a Nuestra Señora albergarán algunas de estas imágenes o réplicas suyas. El empuje artístico nos ofrece dos facetas: la de la expresión arquitectónica y escultórica y la del contenido subyacente. Mucho se ha hablado de las cofradías de constructores que conocemos sobre todo a partir del románico y que empezaron a hacer hablar a la piedra dejando su firma impresa en la misma, alcanzando la eclosión final en el gótico. Bajo escenas evangélicas y fabulaciones bíblicas se encuentran alegorías gnósticas, astrológicas y alquímicas. Los animales fantásticos y motivos vegetales no son adornos, sino imágenes que transmiten un mensaje. Estamos muchas veces frente a grandes símbolos y como es propio de esta categoría, son universales. Portan contenidos arquetípicos.
Al parecer son tres las cofradías de artesanos que se conocen: los Hijos del Padre Soubise, bajo la protección benedictina, que levantaron monumentos románicos, los Hijos de Salomón, cercanos a la orden del Cister y por tanto en relación más o menos directa con los Templarios, considerada como impulsora del gótico, y los Jacks, o Hijos del Maestro Jacks o Jacques, a quienes se les ha relacionado con las catedrales de Chartres, Amiens y Reims, además de muchos edificios del Camino de Santiago. A este último grupo se le ha atribuido una gran parte de la transmisión de contenidos simbólicos ancestrales relacionados con las creencias celtas e incluso pre-celtas que aparecen a lo largo de toda la ruta jacobea y que si no ha estado vinculado, sí ha acompañado sincrónicamente a las vírgenes negras. J
Tanto el negro como su opuesto, el blanco, son colores límite. Uno representa la ausencia de color y el otro su síntesis. El negro está asociado a las tinieblas primordiales, a la indiferenciación de los comienzos, a los abismos del cielo y de la tierra, a lo profundo donde todos los elementos parecen unirse. Así, representa al Caos, que todo lo contiene en potencia y donde todas las cosas son posibles. El negro y el blanco han sido asociados a la muerte en tanto que umbral y elemento de confluencia y, a la vez, de partida en un nuevo cambio, una mutación y una transformación. El negro es el color de la noche, de la oscuridad, de la no-luz y del tiempo anterior a la luz. El negro representa también la disolución y la putrefacción donde los elementos que se han separado pueden reunirse y germinar bajo la acción de la humedad, apareciendo de nuevo a la luz. Esa faceta de ocultamiento, de la obra que se realiza más allá de la visión pero que sin embargo sucede, es lo que se ha asociado a la fecundidad y a la tarea oculta y secreta en que las cosas se van gestando hasta que llega el momento de su manifestación. Así, el negro ha sido asociado al Yin, el aspecto femenino de la Naturaleza.
Esta cualidad de potencial germinativo es la que ha hecho que se considere al Caos como el receptáculo en el que germinan las formas con las leyes que las rigen. Ese negro, femenino, potencial, contendría en sí la semilla de las cosas sujetas a ritmos, representaciones y transformaciones.
Acercamiento simbólico
En el aspecto de receptáculo la madre es el Gran Útero hecho de vida y vida misma en su potencial de gestación, el gran atanor que posibilita los cambios; por eso ha sido imaginada como una Gran Potencia que alumbra y recoge a los universos, los mundos y todos sus seres, de todos los órdenes y de todas las categorías; animales y vegetales y con ellos las Leyes que rigen sus procesos vitales. Se la ha personificado en la Magna Dea, la Diosa, la Gran Madre, Aditi, Maha Sackti para Oriente, fuerza vital que gesta, mantiene, sostiene; que anima y unifica y que, siendo Ella océano vital, conduce a sus seres inmersos en sus corrientes a través de los movimientos de sus aguas de vida.
Uno de sus símbolos es el caldero, el cáliz, la copa, el receptáculo contenedor. Otro, las Aguas, las Grandes Aguas de seno inmenso y profundo que huyen hacia el fin del cielo y hacia el punto más lejano de los océanos. Es la potencia que está más allá de las aguas y al mismo tiempo el agua misma; por eso es el movimiento, el ritmo, el ciclo, la oleada que lanza a sus seres para alimentarlos de su esencia, para permitirlos existir en ella misma y para reunirlos de nuevo en su seno.
Si es las aguas del espacio, constituye ese inmenso océano que espera el aliento divino para activarse. Si es la ola que regenera, recoge a todos sus hijos al final de sus ciclos de vida, ya sea en la larga duración del tiempo de los soles, como el momento de la pequeña partícula; desde lo enorme a lo ínfimo. Si expresa, plasma, si recoge, aúna. Entonces es la muerte. La pequeña muerte de cada ser y la Gran Muerte que devuelve a la Creación al silencio originario.
Ella que brinda los requisitos vitales, apenas es afectada por ellos. Por eso se la concibió como la Madre Virgen, intocada e intacta durante la eternidad antes de la Creación. Como Caos Primordial es la Madre de la Luz, como Cuerpo del Espacio en el que nacen, flotan y mueren los Universos, la Madre del Cosmos, de los Soles y de los Mundos con sus seres. Por eso es la Reina de la Naturaleza Toda. Por eso se la ha llamado la fructificadora, y los vegetales, animales y hombres surgen de ella y de ella se alimentan. Por eso se la ha representado con el niño divino en brazos; su fruto, que nos representa a todos, los grandes seres y los pequeños seres. Todos somos el Hijo.
Se la ha asociado a la Tierra y a la Luna. Como esencia gestante es la potencia ctónica que recoge a los muertos y los conserva, como las semillas caídas que duermen en su regazo, el tiempo necesario. Así se ha imaginado que las grutas y oquedades son puertas que conducen a un punto central en el inframundo, donde reina y vela por sus criaturas, otorgándolas el tiempo del sueño y el tiempo del despertar.
Cuando se la ha relacionado con la Luna, también vinculada desde tiempos inmemoriales con el tiempo, los ritmos vitales, las aguas, las mareas, la humedad y la fecundidad, también es dual: la Luna tiene una cara de luz y una vertiente de oscuridad nunca hollada por el Sol, eternamente sombría e inmutable; mientras que la faz luminosa está sujeta a diferentes expresiones de luz.
A los seres humanos nos cuesta mucho esfuerzo la visión unificadora e integrada. Nuestra mente tiende a separar las cosas en oposición; todo lo más, podemos entender la interacción de los pares como complementaria y la mayoría de las veces solo comprendemos la disyunción y el conflicto de la dualidad. Así, el simbolismo de la madre negra ha servido en muchas ocasiones para expresar aspectos que consideramos peyorativos.
La luna oscura
y algunas de sus
representaciones
La Gran Madre, Caos, Noche Cósmica, útero y recipiente de la vida, es abismo oceánico, el seno de la tierra y la Luna. Sus atributos fueron con el tiempo representados en distintos imaginarios muchas veces demasiado separados entre sí según las variaciones de percepción psicológica y mental mediatizada por los momentos culturales en el que se formularon, personificaron y recibieron culto. Representaciones antiquísimas de la diosa Luna son los pilares o los conos, mayoritariamente de piedra; muchas veces de origen meteórico (las llamadas piedras lunares) que en ocasiones eran trabajadas. El color también variaba en función de estos aspectos luminosos o sombríos de la deidad lunar y la valoración positiva o negativa de los pueblos que las sacralizaron. Si en Pafos o Chipre Astarté era representada como un cono o pirámide blancos, Cibeles lo era como una piedra negra. En Caldea la Gran Madre era venerada en forma de piedra negra sagrada que muchos defienden sea la misma que aún ahora se guarda en la Kaaba de la Meca, sólo que antaño, al parecer, la servían sacerdotisas y ahora son sacerdotes en un culto estrictamente patriarcal.
Las piedras lunares a menudo eran representadas como ónfalos, centros vitales; y el pilar como árbol, con un significado parecido al ya visto: el fruto de la Naturaleza, ramificación de posibilidades que obedecen a un principio común, los distintos seres, fecundidad, expansión vital, la vegetación, etc., según el nivel de análisis empleado. Todos sus frutos son el Hijo de la Diosa, el hijo de la Luna, que muere y renace periódicamente. Si bien es muy común que la Diosa Madre sea representada con su hijo en forma de niño, también lo son las alusiones al hijo como compañero y consorte igualmente sometido a ciclos de muerte y resurrección. Inanna, Isthar, Cibeles, Afrodita e Isis están asociadas a esta contraparte y complemento, su aspecto masculino, que en una de sus claves es el árbol pilar y que en esta faceta recibe muchas veces el calificativo de "el verde". Frazer y otros estudiosos del siglo XIX llamaron la atención, haciendo una interpretación exclusivamente agraria (de fecundidad física y de la tierra), de la asociación de estas diosas-madre con el árbol, y su aspecto sombrío y doloroso al ver muerto a ese consorte.
No sólo ceremonias del mundo antiguo rememoran este hecho, sino también fiestas del folklore popular en las que figuran el árbol y la cruz como árbol esquematizado. Todo el ámbito europeo tiene tradiciones en torno al árbol y nuestras Cruces de Mayo hundirían sus ancestros en estas consideraciones. Cuentos y mitos sobre el hombre verde, Jacq o Jacques in the green en el mundo anglosajón, tal vez el Santiago el Verde asociado a nuestra Señora de Atocha, cuyo toponímico pudo haber tenido lugar a raíz de este símbolo, son ramificaciones de la misma pauta simbólica. En las celebraciones populares, el árbol de la Luna aparece en dibujos cubierto con frutos o luces; en un dibujo asirio tiene cintas, como en algunas celebraciones del árbol de Mayo y ¡quién sabe si entonces, como ahora, se celebraban danzas alrededor! Cruces o palos truncados sobre una media luna y representaciones de árboles con un origen claramente pre-cristiano, se han encontrado en algunas iglesias griegas.
La diosa Luna a veces es representada con una Luna creciente; el ejemplo más cercano es Isis o Hathor, la Luna como barca que surca las aguas del cielo. También el hacha de doble filo, tan común en el mundo mediterráneo, nos remite a los cuernos de la luna. Una de sus distintas interpretaciones es, de nuevo, fecundidad y potencia vital; de características ambivalentes, masculinas y femeninas a un tiempo, nos habla otra vez y de otra forma de la diosa y su consorte, tanto la vaca nutricia como el toro celeste o terrestre que fertiliza. Sorprende de nuevo que en las tradiciones de las vírgenes negras aparezca con aplastante mayoría San Lucas, cuyo animal emblemático es, precisamente, el toro.
Psicología de
las diosas negras
La representación de la Madre Oscura y de la Luna Negra ha pasado psicológicamente a asumir características de lo incontrolable, lo desconocido y por tanto lo que contiene y mantiene la mayor parte de nuestros temores y de nuestras evitaciones. A nivel social representan muchas veces aspectos de la Naturaleza y de los seres que se consideran contrarios al orden imperante o que, se piensa, atentan contra el mismo.
El abismo en el que se oculta a la Madre Oscura representa en los humanos lo inconsciente, con todas sus facetas y posibilidades. Los contenidos que han sido rechazados y desplazados de la conciencia por ser incompatibles con la propia imagen, con lo que se espera de uno mismo y con lo que los demás esperan de uno; así como aspectos personales que se consideran desfavorables para ser valorado, querido, considerado o deseado por otros. Pero también están aquí las cualidades nunca desplegadas y las potencialidades desconocidas que no pudieron expresarse o manifestarse. Jung llamó a esta parte de la personalidad la sombra; que si bien en un cierto nivel puede coincidir con el inconsciente freudiano, lo sobrepasa ampliamente ya que es tanto caudal de energía como lo que llamamos "bueno" y "malo" de nosotros mismos.
A nivel social, este abismo donde se oculta la Diosa Oscura significa el destierro de la conciencia social, lo que indica que una vez pudo haber tenido consideración colectiva y por otra parte, desde el infierno, mundo subterráneo, seno de los mares, etc., o dondequiera que se la haya situado, sigue de algún modo existiendo y esperando una nueva oportunidad de manifestación.
Como ya se ha señalado, muchas diosas han sido representadas en sus dos facetas: luminosa y sombría. Dos copias idénticas de Artemisa de Éfeso, la muestran una en blanco y otra en negro, acogiendo a la Naturaleza toda. Tenemos imágenes negras de Demeter (que en su versión oscura dejó al mundo yermo cuando perdió a su hija, a su vez Reina de los muertos). Kali, madre terrible, tiempo (kala) que todo lo devora, y que en cierto modo puede considerarse como un aspecto de Parvati, la contraparte de Shiva, es negra. Todas son una expresión del poder del aspecto femenino de la creación y el aspecto destrucción, muerte y regeneración de la Naturaleza.
Hay imágenes negras de Isis, aunque también tiene una contraparte en su hermana Neftis, el rostro eternamente oscuro de la Luna; y Ereshkigal, Hécate, Lilith, si no negras, sí son claramente infernales. La primera es también hermana y contraparte de Inanna, vive en el Kur, o lo inmenso desconocido. Está perpetuamente sola, ansiosa e insaciable; se siente abandonada y llena de furia.
Ereshkigal fue diosa de la fertilidad en la tierra y esposa del Gran Toro del cielo, así como Hécate fue también, antes de Hesiodo, una diosa terrenal. Hécate resume la concepción humana de los terrores de las tinieblas, de los desvaríos de lo irracional, las pesadillas, los terrores nocturnos. Pero también abarca la conciencia amplificada, la visión profética y el conocimiento profundo de los sucesos; psicológicamente se mueve entre lo impulsivo y lo intuitivo. Es la faceta impulsiva de Lilith, su rebeldía indomable, la que hizo que fuera socialmente indeseable para la tradición patriarcal judaica. Se la ha hecho poseedora de una sexualidad sin freno, por eso en la tradición judeo cristiana se la juzgó enemiga del matrimonio y de los hijos, y en el medioevo se la consideró como un súcubo, demonio hembra que acudía por las noches al lecho de los varones.
Prácticamente todas las tradiciones han conocido y han rendido culto a diosas oscuras. Todas, incluidos los ejemplos presentados, muestran diferentes niveles de lectura, aunque algunas de sus peculiaridades más llamativas sean las que las han caracterizado para la posterioridad. Lo cierto es que en las diosas oscuras ha latido siempre un factor de renovación y de transformación.
Las vírgenes negras
en el Medioevo
Muchos estudiosos de las vírgenes negras han apuntado al presunto mensaje alquímico de su color y de los tonos de sus ropajes (negro o azul oscuro, blanco y rojo). El negro o el azul oscuro, representando a la materia prima y a la primera fase de la obra, la opus nigrum; el blanco, al albedo y el tercero o rojo, al rubedo. Rastrear históricamente los colores de las vestiduras de las tallas es una tarea ardua, máxime si tenemos en cuenta que hay sitios donde sólo tenemos la referencia de que posiblemente allí hubo alguna vez una virgen negra, pero sólo queda la tradición, como es el ejemplo del Mont St. Michael, en Francia; o nos encontramos una talla que es la copia de la copia de una imagen negra original que se perdió para siempre, lo cual es frecuente por desastres naturales e intervenciones humanas. En España los colores podrían coincidir en Nuestra Señora de Nuria, pero no así en la de Montserrat, Guadalupe, Atocha y mucho menos Almudena que es una imagen mucho más moderna. Claro que tampoco sabemos cuáles eran los colores originales teniendo en cuenta, además, la costumbre (que duró siglos) de vestirlas. Por otra parte, muchas representaciones generales de la Virgen, sobre todo a partir del Renacimiento, sí muestran en los colores de sus trajes interesantes características simbólicas, como el blanco y el azul claro para la Inmaculada, que podemos asociar con la Virgen Celeste, la materia incontaminada más allá de la Vida y de la Muerte y causa de ambas. El rojo y el azul en todas sus gamas para la Virgen Madre, rojo femenino de vida y sangre en el traje y azul, en ocasiones tachonado de estrellas, masculino y celeste, para el manto. Espíritu y Materia en conjunción para fructificar en el Niño-Creación; y finalmente el negro y el blanco o simplemente el negro de luto y muerte, con el matiz ctónico ya indicado, para la Virgen Dolorosa.
Otro aspecto a destacar de las vírgenes negras son los milagros. Los que se han acercado a su simbolismo han señalado peculiaridades que no se dan en otros milagros atribuidos a Nuestra Señora en otros momentos históricos. Son milagros que tienen que ver con la vida y la muerte, como el que se produjo en el momento de la reaparición de la imagen de la Almudena; con tele-transportaciones, como los casos de cautivos que desde Oriente despiertan de pronto en su país y son liberados de sus cadenas; o la salvación de las aguas (como el de Nuestra Señora de Atocha en el pozo de San Isidro) etc., milagros de individuación, de liberación, de despertar.
Por otra parte, en el lapso del medioevo coincidente con la aparición de las vírgenes negras hay una reactivación social, artística y cultural en el seno de la sociedad medieval hispano-francesa. Las órdenes monásticas, las cruzadas, los templarios, el contacto con Oriente y el mundo árabe facilitaron el comercio, la entrada de conocimientos sobre arquitectura, arte en general, medicina, matemáticas, astronomía, etc. Y la traducción de los clásicos abrió nuevas perspectivas en la filosofía y en el mundo del conocimiento en general. Hay una irrupción y un desarrollo del elemento femenino, no sólo con el culto mariano, sino también de forma idealizada en el amor cortés... a pesar de las grandes discusiones que acapararon la atención de los escolásticos sobre la Naturaleza, la carne y el pecado, sembrando una disyunción entre materia y espíritu que ha llegado a nuestros días. J
ay constancia de vírgenes negras en toda Europa. La mayor concentración de estas imágenes, descubiertas y estudiadas hasta ahora, está en Francia. España ocuparía el segundo lugar. Diseminadas por nuestro territorio, asociadas a montañas, grutas, ermitas, cursos de agua, pozos, piedras, árboles o sembrados, son pródigas en el Camino de Santiago. No en vano el apóstol está fuertemente vinculado a Nuestra Señora, que le alentó a venir a nuestras tierras y le protegió después, según la tradición, en su misión evangelizadora. Pero también se encuentran en Cáceres (Guadalupe) y en Madrid, por ejemplo, lejos de la ruta jacobea. Madrid cuenta con dos vírgenes negras de antiguo culto: Nuestra Señora de Atocha y Nuestra Señora de la Almudena, a pesar de que algunos investigadores han señalado que pudiera tratarse de la misma, puesto que de la imagen encontrada en un lienzo de la muralla árabe sólo tenemos la leyenda milenaria, por cierto, ya que algunos dicen que se remonta a San Lucas, mientras que otros a San Juan, habiéndose tallado en vida de la Virgen. También contamos con algunas menciones históricas, porque la talla que podemos observar en la Catedral sólo conserva de tan vetusto pasado la memoria.
La Señora de
la Almudena
Se dice que Santiago el Mayor trajo consigo la imagen de Nuestra Señora de la Almudena. Posteriormente se depositaría en la Iglesia de la Almudena en la calle del mismo nombre, entre las actuales calles de Bailén y Mayor. Para preservarla de un posible acoso musulmán, un herrero la oculta en un lienzo de la muralla árabe con dos cirios encendidos, uno a cada lado. Era el año 712.
Tras reconquistar Madrid por tercera vez, Alfonso VI, en 1083, tiene noticias del suceso y se interesa por el paradero de la efigie.
La conquista de Toledo es difícil y se cuenta que no se producirá hasta que no aparezca la Virgen. Una joven cristiana madrileña conoce los avatares de la imagen, pero no sabe el sitio exacto del ocultamiento. Ruega a la Virgen que la ilumine en este sentido y llega a ofrecer su vida a cambio de la recuperación de la talla.
El Rey y la muchacha se encuentran en Toledo. Se cuenta que el monarca prometió hacer todo lo posible para hallar la imagen aunque tenga que desmontar la muralla con sus manos piedra a piedra. Organiza en Madrid una procesión de rogativas que se encargó él mismo de presidir, y en medio de los cánticos y rezos se oye un gran estruendo, como si la tierra se estremeciera y los edificios se rasgaran. Se abre un gran hueco en la muralla, repican las campanas, aparece Nuestra Señora con las dos velas encendidas como antaño se la encubrió, y la joven cae muerta a los pies. Era el 9 de Noviembre de 1085. Una imagen de la Virgen, blanca por cierto, en pie, con el niño en brazos, se puede contemplar en la parte de la muralla que rodea la Catedral y baja por la calle Mayor en dirección a la Cuesta de la Vega, llamada así por la fértil franja de cultivos que antaño descendía hacia el río. Una placa da fe del milagro y señala el lugar como el correspondiente a la aparición. Allí estuvo antaño la Puerta de la Vega.
Dicen que la imagen de la Almudena deriva de la palabra árabe almudín, según unos, que se relacionaría con alhóndiga, al mudayna o al medina, la ciudad o ciudadela, según otros; y finalmente con almud o piedra de esta forma, según quieren unos terceros.
La Señora del Atochar
De la Virgen de Atocha se ha dicho que la trajeron a España los discípulos de San Pedro, y también (¡cómo no!) San Lucas. La siguiente mención es del siglo VII y se la atribuyen a San Ildefonso, arzobispo de Toledo, a cuya diócesis pertenecía Madrid. Ildefonso escribió a un canónigo de Zaragoza instándole a que no se olvidara en su camino hacia Toledo de visitar una imagen de Nuestra Señora, conocida como la Virgen del Atochar, con un niño sentado en su rodilla izquierda y una manzana en su mano derecha. Y es que en aquellos tiempos, el camino hacia Toledo desde Zaragoza pasaba por Alcalá y por Madrid.
Aunque la tradición dice que la Virgen de la Almudena era negra, la imagen que ahora podemos observar es morena. En cambio, la Virgen de Atocha es una talla de madera, muy oscura, con el traje pintado en tonos azules y dorados. El tipo de talla, su tamaño y características indican que fue y es una virgen negra, seguramente el original que surgió de las manos del artesano que la talló (que desde luego no fue San Pedro, como tampoco San Lucas el autor real de otras tantas, incluida la Almudena, que si hacemos caso a la leyenda debió pasarse el tiempo esculpiendo); y tal vez la imagen que ahora contemplamos tampoco es aquella a la que se refieren las primeras crónicas citadas.
Según consta, en el año 720 la Virgen de Atocha estaba en una ermita en la vega del río Manzanares, próxima al actual Puente de Toledo, en un lugar que se conocería como Santiago el Verde, dicen que porque era una zona bastante fértil. Gracián Ramírez, un noble visigodo que tenía un castillo en Ripa Carpetana (actual Rivas Vaciamadrid) entre los ríos Jarama y Henares, y que solía visitar la ermita todos los días, constató una buena mañana que no estaba allí la imagen. Al buscarla, la halló en los atochares. De este término dicen algunos autores que deriva el nombre de la Virgen, que significaría campo de esparto, y que era muy abundante en las riberas del río. Otros quieren que Atocha derive de Antioquía, de donde procedería la imagen. Los hay que apuntan a una procedencia vasca en cuyo apoyo estaría la etimología de Vallecas o Valle del Kas, mientras que otros la hacen derivar del griego Theotokos, Madre de Dios, cuyas siglas figuran al pie de su cátedra.
Gracián decide levantar una nueva ermita en el lugar de su hallazgo, camino de Vallecas, hoy avenida Ciudad de Barcelona, muy cerca si no el mismo lugar donde hoy está su Basílica. Cuando se estaban realizando las obras fueron atacados por los musulmanes, que pensaron que lo que se estaba construyendo era una fortaleza. Para evitar que su esposa e hijas cayeran en manos de los infieles, y de acuerdo con ellas, las decapitó con su espada. Entonces los testigos presenciales hablan de un impresionante resplandor que desorientó a los atacantes y que hizo que huyeran en desbandada. Este hecho, según se ha opinado, facilitó que Madrid pudiera ser reconquistada durante algunos años.
Cuando acabó la reyerta, Gracián Ramírez tomó conciencia de lo que había hecho. Estaba confuso, apenado y lleno de furia. Lloraba entre la multitud de cristianos agradecidos ante la imagen por su intervención en la victoria. Cuando pudo abrirse paso al altar vio que, arrodilladas y en primer plano estaban su esposa y sus dos hijas que, de nuevo vivas, oraban y sólo mostraban una cicatriz en el lugar de la herida.
Pasado y presente
de las vírgenes
negras de Madrid
Los estudiosos franceses han señalado la vinculación entre la tradición céltico druídica y las vírgenes negras. Por una parte encontramos representaciones de diosas madres celtas muy similares a las vírgenes negras. Sin embargo, en otras culturas también tenemos diosas sentadas con el niño en brazos o en su seno. Un referente cercano a nosotros es el de la egipcia Isis.
Madrid estuvo poblado desde muy antiguo. Se han encontrado restos de asentamientos humanos prehistóricos. Tenemos constancia de poblaciones celtíberas. Por supuesto de la presencia romana, como se puede ver en el museo municipal de San Isidro. En la zona de Rivas, donde se dice que antaño vivió Gracián, se ha encontrado un poblado visigodo; y aún tenemos las huellas de los árabes, que están a la vista de todos, pues restos de los minaretes de lo que en su día fueron mezquitas, están integrados ahora en iglesias católicas como las de San Pedro el Viejo, en la calle del Nuncio o de San Nicolás, en la plaza del mismo nombre.
Otra mezquita, la principal de Madrid, estaba en la calle de la Almudena, sobre la que se levantó la iglesia que da nombre a la calle y que fue derruida en la segunda mitad del siglo XIX por reestructuraciones urbanísticas. Por no hablar del antiguo Alcázar, que se quemó en tiempos de Felipe V, y que ocupaba la colina donde ahora se alzan el actual Palacio Real y la Catedral de la Almudena. Los nombres actuales de las calles de la zona, y en general de la del Madrid de los Austrias, nos hablan tanto de los lugares donde se situaban los gremios (tintoreros, latoneros), como la población musulmana (puerta de moros, morería, etc.). Lo que es indudable es que tanto la primera ermita al lado del Puente de Toledo, como esa segunda ermita, que según la leyenda construyó Gracián para Nuestra Señora de Atocha, estaban extramuros y bastante lejos del Madrid de aquel entonces.
¿Qué imagen se adoraba allí en aquellos siglos VII y VIII de las primeras crónicas, teniendo en cuenta que la que ahora podemos contemplar es, casi con toda seguridad y como mínimo, dos o tres siglos posterior? ¿Se trataba de la Virgen cristiana? ...Seguramente era un culto popular, y si es así, es posible que fuera de antigua tradición. Hay autores que dicen que antes de la talla que conocemos podría haber habido una pintura de Nuestra Señora, pero este dato parece confundirse con una atribución similar a la de la Almudena.
Si, por otra parte, el culto mariano empezó su apogeo precisamente en la época de las vírgenes negras, que, recordemos, son datadas entre los siglos XI y XII, y sabemos que cultos anteriores al cristianismo fueron cristianizados, y viejos símbolos de claro componente arquetípico, integrados también en el mundo cristiano, como, entre otros, sucedió con las antiguas diosas madres; y si además tenemos en cuenta que desde el siglo IV, que es cuando consta la caída del imperio romano, al VII en el que nuestra Señora de Atocha ya era plenamente venerada, hay demasiado poco margen como para admitir que creencias milenarias y cultos enraizados hayan desaparecido sin dejar rastro; podemos considerar muy probable, entonces, la continuación de los mismos a través de los vaivenes socioculturales, y que con el tiempo se identificaran de acuerdo con la nueva visión religiosa.
Otros enigmas
y leyendas
En este sentido surge una nueva pregunta: ¿Qué culto pudiera haberse celebrado en la zona, anterior al dedicado a la imagen que conocemos como Nuestra Señora de Atocha, y a qué deidad femenina se dirigía? ¿Y por qué allí precisamente y no en otro sitio?
Sin descartar la posibilidad de que proceda de la vertiente celta (o celtíbera) de acuerdo a la opinión ya señalada de los eruditos franceses, hay que recalcar que en España ha habido pueblos que han contado con diosas negras en su tradición, como posiblemente los tartéssicos, que veneraban a Noctiluca, la luz lunar, y los fenicios o los romanos, que incorporaron a Isis a su panteón. Sin hablar del arquetipo de la Madre, que es universal y por tanto común a todos los hombres de todos los tiempos.
Con Nuestra Señora de la Almudena tenemos otro enigma añadido. Algunos cronistas de Madrid hablan de una primitiva imagen visigoda, mientras que para otros corresponde a una imagen romana, lo que apoyaría la hipótesis señalada anteriormente relativa a los cultos precristianos, que en este caso no podemos afirmar ni negar. Jamás ha sido encontrada, puesto que cualquiera que haya sido su origen se quemó en tiempos de Enrique IV y la afirmación, tan repetida, de que se trata de la imagen más antigua de España se queda sin fundamento. En descripciones posteriores parece haber sido confundida con Nuestra Señora de Atocha, como son las menciones a la pintura que figura en el sarcófago de San Isidro que, sin embargo, parece representar a la primera, mientras que otros han hablado de que estaban las dos Vírgenes.
Una de las leyendas relativas a la Virgen de la Almudena nos cuenta que Alfonso VI mandó pintar en un lienzo de esa mezquita, previa a la construcción de la Iglesia de la Almudena, un cuadro tal como se recordaba a la imagen y para conservar su tradición (un hecho curioso, por cierto, que de haberse producido en realidad hablaría de la enorme permisividad de los musulmanes). Este cuadro mostraba una Virgen con un lirio en la mano. Se trata de la Virgen de la Flor de Lis, que también figura en otro cuadro posterior que estuvo durante mucho tiempo en la Iglesia de San Isidro y luego en la cripta de la Catedral de la Almudena. Hay otro dato y éste del siglo XVII donde se la describe como sentada, morena, de nariz aguileña, cabellos largos y, de nuevo, con un lirio en la mano. Es en estas fechas cuando se ha situado la imagen actual. Se ha dicho que los restos de la primera imagen, que era de pino incorruptible, pero no incombustible como se ha comprobado, se introdujeron en la imagen posterior, como también se ha hecho en otros lugares en casos similares. La verdad es que los citados restos no han aparecido.
Suponiendo que haya habido en tiempos dos vírgenes negras distintas e independientes, y no un "trasvase" de datos, es algo que llama la atención. Si como dicen los investigadores, su "aparición" y localización es intencionada, ¿por qué podemos contar con dos precisamente a tan poca distancia la una de la otra?
Para no quedarse atrás, también se ha atribuido a la intervención de Nuestra Señora de Atocha la reconquista de Madrid en la época de Alfonso VI y a partir de esa fecha fue creciendo aún más su devoción y recibiendo nuevas donaciones, por lo que el arzobispo de Toledo destinó a varios canónigos para atender los cultos, siendo sustentados por el patrimonio creado. Entonces se construyó un nuevo templo, aunque se respetó la ermita, que duró hasta los tiempos de Felipe II. Esta ermita medía tan sólo 14 metros cuadrados y estaba llena de muletas, cadenas, naves, lápidas, cuadros, etc., fruto del agradecimiento de sus fieles y muestra de su intervención milagrosa.
El tamaño reducido de la ermita se debe a las capitulaciones que se firmaron con los moros, quienes señalaron el tamaño que debía mantener, tal vez por cuestiones de seguridad. Este dato es importante ya que nos muestra que los árabes estaban al corriente de su culto y lo respetaron y que las intervenciones que nos brinda la tradición, a favor del bando cristiano y los ocultamientos para evitar profanaciones, como se cita claramente en la leyenda de la Almudena, obedecen más a intenciones religiosas, políticas y sociales que a una amenaza real.
En la época de las tres culturas aparecen dos milagros de Nuestra Señora de Atocha en las Cantigas de Alfonso X el Sabio, pero el más famoso es el de San Isidro. El Santo era muy devoto de esta advocación de la Virgen. Todos los días la visitaba antes de ir a trabajar y a ella se encomendó cuando iba a contraer matrimonio para acertar en él, lo que después se convirtió en costumbre para muchos. Un día, estando Isidro en el campo, su hijo se cayó al pozo de su casa, de donde no podían sacarlo. Al volver su padre de trabajar y ver lo acontecido suplicó el auxilio de Nuestra Señora. Entonces el agua del pozo subió hasta el brocal y llevó a la superficie al niño sano y salvo. El pequeño debía de saber nadar y tener un dominio asombroso de sí mismo para sobrevivir en remojo hasta que el padre rogara ayuda.
El pozo del milagro puede contemplarse hoy día en el Palacio de los Vargas, sede del Museo Municipal de San Isidro. Hay versiones que dicen que el niño salvado de las aguas (individuado, renacido) no era su hijo, sino el de la familia Vargas, de quien San Isidro era siervo.
También tenemos una liberación espectacular de cautivos. Unos condenados a muerte se encomendaron a Nuestra Señora de Atocha y aparecieron libres de sus cadenas junto al convento de Atocha siendo atendidos por los frailes. Esto ocurrió en el siglo XVI. En la misma época, una epidemia de gripe que causó muchas muertes en España, hizo que se sacara a la Virgen en procesión y se la llevara a Madrid. En esos momentos cesó la epidemia y curó también Felipe II, enfermo y desahuciado.
Otra procesión, en este caso de Nuestra Señora de la Almudena, acabó con un gran incendio por derrumbe. Ocurrió en el mismo siglo de los ejemplos anteriores y en la plaza de la Provincia, donde varias casas afectadas se vinieron abajo frente a la imagen que pasaba en esos momentos por allí y pudo combatirse el fuego.
En la época de los Borbones comenzó a tomar auge el culto a esta representación de Nuestra Señora. Fue robada en 1789 y ejecutado su autor, escondida y encontrada con una soga al cuello seguramente por algún miliciano tras la guerra civil. Cuando se derribó la iglesia de la Almudena pasó al convento de las Bernardas y en 1954 a San Isidro, estando ahora en la Catedral que le está consagrada. En noviembre de 1948 fue coronada y desde entonces es patrona de Madrid. Su día es el 9 de noviembre.
Del culto a la
tradición monárquica
Hay una larguísima lista de reyes que veneraron a Nuestra Señora de Atocha, incluidos los Reyes Católicos. Pero fue con Carlos I cuando comenzó una mayor vinculación con la corona. Fray Juan Hurtado de Mendoza, dominico, que era su confesor, consiguió su aprobación y la del Papa Adriano VI para que la Virgen de Atocha pasara a custodia de los dominicos. Tradición que todavía perdura. Felipe II la llama Patrona de Madrid y de todos sus reinos. Costea un nuevo convento e iglesia que continúa financiando su hijo Felipe III, y Carlos II lo decora con frescos de Lucas Jordán. Todos los Austrias tuvieron gran devoción a esta Virgen y practicaron la costumbre de llevar la imagen a su lecho de muerte.
Los Borbones continuaron con esta tradición, a pesar de que a Carlos III le propusieron que visitara a la Virgen de la Almudena, pues estaba más cerca. Hay que señalar que el monarca vivió en el Palacio Real.
Testigo de bodas y celebraciones religiosas de todo tipo, Nuestra Señora de Atocha dejó su santuario el 5 de mayo de 1808. El lugar fue ocupado por las tropas francesas, que lo convirtieron en cuartel destruyendo la biblioteca y cometiendo robos. La imagen pudo ser llevada a las Descalzas Reales y más tarde al convento de Santo Tomás, en la misma calle de Atocha (actualmente desaparecido), hasta el regreso de Fernando VII, quien habría depositado su cetro a sus pies y de allí lo recogió de nuevo. En 1834, con la desamortización de Mendizábal, fue confiscado el Santuario de Nuestra Señora de Atocha y convertido en Hospital de Inválidos. El templo quedó en ruinas y la imagen se trasladó a la Iglesia del Buen Suceso hasta que los dominicos pidieron a Alfonso XIII, en 1924, la restitución de los terrenos para reconstruir templo y basílica.
La iglesia fue incendiada en 1936, afortunadamente la imagen había sido ocultada. Finalizada la guerra apareció en el Museo Arqueológico, en el fondo de un baúl, detrás de todos sus trajes. Entonces se la llevó a la Iglesia de Santa Bárbara hasta que la Dirección General de Regiones Devastadas construyó un nuevo templo, ampliando el anterior con dos naves laterales, que es el que ahora podemos visitar. Esta basílica tiene aneja un colegio de EGB y Bachillerato para 2000 alumnos. Los terrenos incorporan el Panteón de los Hombres Ilustres, una idea de la Reina María Cristina, cuya construcción comenzó en 1891 como anexo a la Basílica de Atocha. Allí están enterrados, entre otros, Cánovas, Mendizábal, Sagasta, Argüelles, Canalejas y Eduardo Dato.
La Boda Real del 22 de Mayo pasado, que se celebró en la Iglesia de Nuestra Señora de la Almudena, incluyó una visita posterior a la Basílica de Atocha para ofrendar el ramo floral, un eslabón más de la larga cadena de reyes, nobles y fieles de todo tipo que han rendido homenaje a esta Señora Oscura del Atochar desde tiempos que se hunden en la leyenda. Esta visita real tiene además una lectura simbólica, al servir de nexo de unión entre estas dos Vírgenes, y es una justa retribución para Nuestra Señora de Atocha, algunas de cuyas pinceladas históricas se han señalado en el apartado anterior, y a la que diversas vicisitudes políticas y sociales no sólo parecen haberla situado en un segundo término, sino convertido en una gran desconocida.
En su caso, parece que se cumple uno de los aspectos de las diosas negras al ser relegadas a la oscuridad del olvido. He aquí también mi pequeño aporte en desagravio
Suscribirse a:
Entradas (Atom)