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miércoles, 4 de junio de 2008
Simbolismo de Atenea

Atenea es representada también con serpientes que se enroscan en sus brazos o sobre el pectoral. La serpiente es un viejo simbolo de la deidad femenina y de las mujeres en general, que significa movimiento y cambio, renovación, energía telúrica y energía vital, y de nuevo conocimiento con lo que se relaciona con la sabiduría.
Encontramos representaciones de las serpientes asociadas a la Diosa en Egipto, en el ámbito minóico y luego micénico. Así como es frecuente representar a la Diosa misma o la criaturas asociadas con ella con símbolos serpentinos, como es el ejemplo de la Equidna griega, de las lamias o de la misma Andra Mari de los antiguos vascos.
La serpiente también aparece en las imágenes de Atenea a través de su escudo, en el que aparece la Gorgona Medusa. Las Górgonas han sido identificadas tanto con la propia Diosa Triple, como con sacerdotisas suyas asentadas en en Libia. Incluso se han asociado con mujeres guerreras (amazonas) de esa zona de África. En este sentido aludirían a las máscaras que portarían las mujeres en sus ritos a fin de alejar a los hombres de la contemplación de los misterios de lo femenino. En otro sentido, más complementario que excluyente, nos hablarían el aspecto terrible de la Diosa en su faceta de portadora de los enigmas de la vida e incluso, a nivel psicológico, con el arquetipo de la Madre Terrible.
La Medusa también nos hablaría del miedo de los hombres hacia el cuerpo de las mujeres y en concreto de los genitales femeninos. Freud tiene un artículo al respecto: la cabeza de Medusa
Cómo Palas Atenea algunos estudiosos quieren vincularla con el gigante Palas o bien con una joven de la edad de Atenea, que es la tradición más divulgada, con la que jugaba la Diosa en tierras de Libia y a la que asesino por Accidente, asi que parece que el origen de Atenea está en estas tierras y se relaciona con la Gran Madre (tal como se sugiere al hablar de Neith) antes de acabar naciendo de la cabeza de Zeus, renegando del mundo materno tal como se quiere en los mitos griegos posteriores y siendo guía y protectora de héroes, siempre masculinos.
En Grecia se quiere que Zeus, alertado por un oráculo que le reveló que Metis embarazada (otras versiones dicen que fue la propia Diosa, o bien Gea y Uranos) daría a luz una hija y después un hijo que le destronaría tal como él hizo con Cronos, empequeñeciera a la Titanida y se la tragara.
Cumplido el tiempo, un terrible dolor de cabeza hizo que Zeus acudiera a Hefaisto que le dió un hachazo en el cráneo. De la fisura surgió una joven armada con casco y con lanza y lanzando un estridente grito de guerra.
lunes, 2 de junio de 2008
NEITH-ATENEA.

Neith o Tehenut (la libia). es una deidad egipcia antiquísima, predinástica. Como diosa asociada a la guerra su apelativo es "aquella que ataca en la oscuridad" unido a la identificación como diosa de la sabiduría. De diosa guerrera, también de la caza, luego inventora y diosa de la sabiduría, pasó a ser reconocida como Diosa Madre en el Imperio Nuevo y aquí es creadora de dioses y hombres, una vaca que surgió del Caos primordial, que engendró el universo a través de siete flechas (o siete palabras, pues también se decía que creaba a través de la palabra) con las que hizo surgir la colina primordial.
Un texto de Plutarco, extraido del templo de Neith en Sais dice: "Soy todo lo que ha sido, lo que es y todo lo que será. Ningún mortal ha sido capaz de alzar el velo que me cubre"
Sus representaciones son muy diversas, la más antigua en forma de escarabajo (dos escarabajos enfrentados conforman su escudo) y luego, comúnmente con la corona del bajo egipto, arco y dos flechas. El denominado estandarte de Neith, que para algunos autores esta formado por un escudo ovalado, con un estrechamiento hacia el centro, producto de la unión contrapuesta de dos escarabajos de la especie Agrypnus notodonta, cruzado por dos lanzas, representa a la Diosa desde el mas remoto pasado. Neith también lleva una lechuza en la mano derecha y una lanza en la Izquierda.
La griega Atenea se identifica con la egipcia Neith, según Herodoto, Platón y Diodoro. A Neith se la adoraba especialmente en Sais, donde había una escuela de obstetricia en la que se formaban médicos sacerdotes especialistas en esta disciplina, ya que se la llamaba "la iniciadora del nacer después que no hubiera el nacer", así adquirió los atributos de la diosa Nut .En Sais tambien se la considera Madre de Ra, a quién protege a partir del Imperio Antiguo, así como a Oisiris y al faraón. Se la identificaba con la abeja, símbolo de la realeza. Tambien se consideraba que sus flechas adormecían a los malos espíritus. Otro centro de culto era Esna , donde se la conocía como "La Terrorífica"; aquí era esposa de Kjhum y madre de Apofis.
Como deidad funeraria se la conocía como "Dama de Occidente" guardaba el estómago del difunto en el vaso canopo representado por Duamutef. Neith fue también la diosa inventora del tejido y la que ofrecía los vendajes para el cuerpo del difunto, por lo que se la hace patrona de los tejedores.
domingo, 11 de mayo de 2008
Rhiannon

Rhiannon o Rhianonna, cuyo nombre deriva de regena-ana-ona, es decir, “una reina de los anaón”, el pueblo de Ana, es una forma de esta diosa.
Ana, Dama de los dólmenes, es la madre de los dioses. Los relatos populares la consideran como reina de las hadas, de los enanos o korrigans, a cuyo cuidado estaban confiadas enormes riquezas subterráneas. La consideraban, en resumen, la gran regidora de un inframundo misterioso y, en ocasiones, hasta mortal. Hay quien dice que era esa anciana de aspecto terrible, hechicera implacable pero también bienhechora que no desdeñaba echar una mano a quienes lo necesitaban, si demostraban que tenían buen corazón. La diosa madre pasó a llamarse, tras la cristianización, Santa Ana, la madre de la Virgen María, mateniendo su antiguo prestigio como diosa de la fertilidad, y protectora bajo los auspicios de la luna. Los gaélicos la bautizaron con los nombres de Brigantia y Gwen.
Ana tiene como atributos el hacha, que representa la autoridad sacrificial; el cayado de pastor, como guía y la serpiente, como fuerza fecundadora. También la rodean en sus representaciones animales con cuernos como ciervos, vacas, toros, bueyes o carneros. Los Tuatha recibieron a esta diosa madre Dana, o Ana, como herencia de otras culturas más antiguas, extendiéndose luego por todo el mundo celta.
Ana, como Rhianona, se nos muestra como la dama que protege a los vivientes y tiene en cuenta a los fallecidos”.
A su vez Rhianona o Rhiannon es una variante de Epona, protectora de los caballos y tal vez de los ejércitos. A Epona se la representa sobre un caballo, acompañada de varios caballos o tendida, desnuda, en la grupa de alguno de ellos. Porta el cuerno de la abundancia y sirve de puente entre este y el Otro mundo, conduciendo a las almas desencarnadas a tal lugar.
Rhiannon, tambien conduce a las almas hacia el más allá. Aquellos que accedía a su invitación de subir a su grupa para hacer el camino, ya nunca más regresan. En esta diosa aparecen dos aspectos contrarios: por un lado es la amazona inalcanzable, y por lo tanto nadie la alcanza jamás si intenta ir en su dirección y por otro que invita al caminante a que monte para llevarlo consigo. A veces se la representa, además de junto o sobre el caballo, con dos pájaros: uno provocaba el gozo y, el otro, el olvido.
Ana, Dama de los dólmenes, es la madre de los dioses. Los relatos populares la consideran como reina de las hadas, de los enanos o korrigans, a cuyo cuidado estaban confiadas enormes riquezas subterráneas. La consideraban, en resumen, la gran regidora de un inframundo misterioso y, en ocasiones, hasta mortal. Hay quien dice que era esa anciana de aspecto terrible, hechicera implacable pero también bienhechora que no desdeñaba echar una mano a quienes lo necesitaban, si demostraban que tenían buen corazón. La diosa madre pasó a llamarse, tras la cristianización, Santa Ana, la madre de la Virgen María, mateniendo su antiguo prestigio como diosa de la fertilidad, y protectora bajo los auspicios de la luna. Los gaélicos la bautizaron con los nombres de Brigantia y Gwen.
Ana tiene como atributos el hacha, que representa la autoridad sacrificial; el cayado de pastor, como guía y la serpiente, como fuerza fecundadora. También la rodean en sus representaciones animales con cuernos como ciervos, vacas, toros, bueyes o carneros. Los Tuatha recibieron a esta diosa madre Dana, o Ana, como herencia de otras culturas más antiguas, extendiéndose luego por todo el mundo celta.
Ana, como Rhianona, se nos muestra como la dama que protege a los vivientes y tiene en cuenta a los fallecidos”.
A su vez Rhianona o Rhiannon es una variante de Epona, protectora de los caballos y tal vez de los ejércitos. A Epona se la representa sobre un caballo, acompañada de varios caballos o tendida, desnuda, en la grupa de alguno de ellos. Porta el cuerno de la abundancia y sirve de puente entre este y el Otro mundo, conduciendo a las almas desencarnadas a tal lugar.
Rhiannon, tambien conduce a las almas hacia el más allá. Aquellos que accedía a su invitación de subir a su grupa para hacer el camino, ya nunca más regresan. En esta diosa aparecen dos aspectos contrarios: por un lado es la amazona inalcanzable, y por lo tanto nadie la alcanza jamás si intenta ir en su dirección y por otro que invita al caminante a que monte para llevarlo consigo. A veces se la representa, además de junto o sobre el caballo, con dos pájaros: uno provocaba el gozo y, el otro, el olvido.
sábado, 10 de mayo de 2008

jueves, 8 de mayo de 2008
http://picasaweb.google.com/danupm/Belleza

Mayo, primavera en plenitud,
...desde el fondo de los tiempos, desde el amplio abanico de las culturas y de las creencias, los hombres se han representado a las diosas del amor y de la belleza, expresión de la Naturaleza fecunda, reinando, si cabe con más actividad sobre las criaturas haciéndolas vestir sus mejores galas a fin de exhibirse en plenitud, encontrar pareja y reproducirse.
Cantos, danzas, perfumes, las plumas más bellas, los colores mas intensos se despliegan ahora para oficiar un rito tan antiguo como el mundo, pero no por ello menos sorprendente.
domingo, 4 de mayo de 2008
PODEROSA AFRODITA
La luz comienza a entrar en su período de plenitud inundando praderas, bosques y montañas. Un olor a renacimiento nos dice que los brotes de los árboles, que darán lugar a las hojas nuevas, están henchidos; y que las flores en ciernes o abiertas hablan con su perfume de la vida que se expresa múltiple y gozosa.
Surgió femenina y adulta de las aguas profundas, de la inmensidad azul del mar que se rompe en brotes de espuma. Según Hesíodo, es hija del cielo viril y de la potencia fecunda marina, polaridad que expresa a los contrarios reunidos que originan una creación nueva. Lo que la esencia de Afrodita significa. Diosa antigua, sin padres personificados, representa aquí más una potencia primordial que su supuesta descendencia de Zeus y Dione, una ninfa del mar, como pretende Homero. Eros, quien se dice que es un hijo que tuvo de sí misma, según unas versiones, con Marte, incluso con Hermes, según otras, es también en sus orígenes una Fuerza primigenia que surgió de un huevo de la Noche. Otro mito, al parecer pelásgico, cuenta que Eurínome, fecundada por una enorme serpiente que se enroscó en su cuerpo, puso un huevo sobre el Abismo, del que surgieron Eros y Logos. Mientras Logos corta el huevo formando el Cielo y la Tierra, y de nuevos tajos separa las tierras y las aguas, y luego las aguas dulces y las saladas, facilitando la multiplicidad de la Creación, Eros intentar reunir lo separado en pos de la Unidad perdida. En Hesíodo, Eros es el Impulso Primordial que surge del Caos al tiempo que Gea, la Materia Primera. En cuanto potencial de integración, Afrodita recoge ciertos atributos relacionados con Eros.
Viajando en una concha marina, conducida por las olas y los vientos, y acompañada de criaturas del mar, de los espíritus de las aguas, de delfines y Nereidas, de Eros y del Deseo, es recibida en Chipre por las Horas, que... "pusieron sobre su cabeza inmortal una bella y bien trabajada corona de oro y sus lóbulos flores de oricalco y de oro precioso".
Caminó acicalada y embellecida de isla en isla para presentarse luminosa frente a la Asamblea de los Inmortales. Un resplandor dorado que surge de su cuerpo. Se dice que de un velo con el que a su albur envuelve a la Naturaleza toda y a sus seres, aquí y allí, en la estación propicia. Su ceñidor la convierte en implacable, y, hace que quienes la contemplan se enamore irresistiblemente de ella; no se escapan los hombres, tampoco los dioses; todos están sometidos a sus designios.
Al paso de Afrodita los seres se vuelven jóvenes y radiantes de vida. Impulsados por su Belleza, se embellecen, alimentados por su alegría, se alegran y juegan sus fiestas con amor y con humor, con plenitud y con expansión. Los seres vegetales y animales se acicalan seductores. Las plantas nacen, las flores ofrecen sus trajes multicolores, los aromas más atrayentes, los néctares más sabrosos y el polen, germen de vida. Podemos ver a todo los seres del reino animal en los ritos del cortejo, lucir espectaculares vestidos ceremoniales, con sus plumas más brillantes y de colores más vivos los del aire, con el traje de escamas más vistosas para la ocasión los del agua, con las cornamentas más impactantes los de los bosques; con los perfumes más embriagadores la mayoría de los de la tierra. Pero no son los únicos: hay mariposas que son capaces de recorrer distancias astronómicas para encontrar pareja atraídas sólo por su olor.
Vemos el reclamo amoroso de los que antes eran grises gusanos, parpadeando a golpes de luz. Observamos a otros bailando en competiciones hasta agotarse, como hacen algunas aves; aquellos ofreciendo serenatas, ya sea la pequeña pulga que compone su música en el bosque de pelos de la oveja, la cigarra que repite incansable una y otra vez su melodía, los coros de ranas de los charcos o los pájaros que exhiben su repertorio más variado en la ramas de los árboles. Hay regalos, concursos de habilidad entre los que destacan ciertos pájaros, ingeniosos arquitectos y experimentados tejedores que presentan las casas más sólidas y más seguras; y todos, en fin, pretenden convencer de su fuerza, de su salud y de su capacidad. En unos son las hembras las que observan o inspeccionan. Aguantan aparentemente impávidas el resultado de los torneos para aceptar al más valeroso, al ganador. Fijan su mirada inquisitiva en la estabilidad de los nidos, y reciben la comida que el pretendiente les da. En otros son ellas las que eligen, activas, al cantante más extraordinario, al mejor cazador, al más vital, al que brinda mayor seguridad; y en todos los casos, bailando o cantando, ambos se sincronizarán, y con su encuentro la vida será renovada.
Desde la época helenística a Afrodita la acompañan las Gracias y las Horas. Hágale o Belleza, Eufrosine o Pensamiento alegre y Talía, Regocijo. Estas Gracias o Carites forman coro con las Musas, pero también siguen a Eros y a Dionisos. Son hijas de Zeus y Eurínome, a quien Hesíodo quiere hija del Océano, pero que posiblemente haya sido una diosa madre primigenia. Relacionadas con la vegetación, se dice que con su danza crecen las hierbas y brotan las flores. Son y trasmiten la armonía y la belleza de la Naturaleza y representan el encanto en general.
Las Horas se relacionan con las Estaciones, y se les ha emparentado incluso con las Moiras. Es posible que antaño fuera unas diosas del Destino. En Grecia se las conoce como Eunomia, la Disciplina; Diké, Justicia e Irene, Paz. Más vinculación estacionaria la tienen sus nombres romanos: Talo, brotar; Auxo, crecer; y Larpo, fructificar. Hijas de Zeus y Temis, ora siguen a Afrodita, ora a Dionisos, Hera, Perséfone o Pan.
Eros Pteros, el amor alado que une y Apteros, el amor contrariado que separa, además de Himeneo, el Dios del matrimonio, también acompañan a Afrodita, así como una corte de geniecillos juguetones del amor que disfrutan sembrando las pasiones amorosas sin discriminación. Su vehículo, la concha marina, símbolo femenino por excelencia, se relaciona con la media Luna, y de hecho se habla de ella como una diosa lunar. Sin embargo, su luz dorada también la asocia con el Sol, y Faetón era el guardián nocturno de los templos de Afrodita. Es terrestre, pero también celeste. Puede ser la Luna, pero también Venus, la estrella luminosa y portadora de iluminación. La relación celeste y acuática de nuevo aparece cuando se dice que es la luz del lucero del alba, reflejándose en amaneceres y atardeceres en las onduladas olas del mar. Este carácter doble también se aprecia en algunas de sus representaciones, como por ejemplo la Afrodita barbada, la guerrera y la dolorosa. Si hay dioses con pechos, caso de ciertas imágenes de Zeus, también hay diosas con barbas. Es un signo de poder, de completura, de androginia y de totalidad; de unión y síntesis en sí de los opuestos, de integración de las contradicciones y de las paradojas. La unión de la guerra y del amor, como de la alegría y la tristeza, o del placer y el dolor, también supone otras tantas conciliaciones. Hermafrodita, el dios que muestra elementos masculinos y femeninos en su cuerpo, era hijo de Hermes y de Afrodita. Ares, uno de sus amantes, es el señor del valor, del coraje y de la guerra, con el que tuvo a Armonía, el equilibrio, pero también al miedo y al terror.
Si se caracteriza por la gracia, el hechizo, la fascinación, el encanto, la belleza y la magia de la seducción, si se la llama la luminosa, la sonriente y la señora de las risas, también presenta una faz sombría, la que destaca claramente en su relación con Adonis. Algunos atribuyen a Atenea y otros a Artemisa el jabalí que acabó con la vida del "Señor", que es lo que significa este nombre, de origen sirio, cuyo culto estuvo muy difundido en Oriente Próximo. Adonis, conocido también por su gran belleza, fue disputado por Perséfone y Afrodita, y tuvo que repartir su tiempo entre ambas. De la sangre de Adonis herido surgieron las anémonas. Su sangre también tiñó de rojo la rosas, aunque otra tradición nos dice que Afrodita se pinchó con un rosal de rosas blancas al pretender auxiliarle; así nacieron la rosas rojas, representantes del amor y de la pasión. Hay estatuas que nos muestran a Adonis yaciente en los brazos de una Afrodita entristecida, velada y enlutada al estilo de nuestra Virgen Dolorosa, sosteniendo al Hijo muerto.
Afrodita nos enseña que si abrimos nuestra alma a la alegría, al placer y a la creatividad del encuentro, inevitablemente entrará ella también, más tarde o más temprano, el displacer, la pérdida y el dolor subsiguiente, que tendremos que admitir si no queremos perder la capacidad de amar.
Las rosas tienen para Occidente un simbolismo similar al del loto para Oriente. Pueden relacionarse con las ruedas y los chakras, centros de vida, y también con la totalidad. La palabra "rosetón" que empleamos para designar los admirables vitrales que conjugan diversos colores y se disponen armónicamente en torno a un centro, ocupado muchas veces por una imagen de Nuestra Señora, en las catedrales góticas, deriva de rosa. Rosas y rosetones conformaciones mandálicas, y el Mandala es una representación del Cosmos, pero también del mundo interior que aparece ordenado, unificando el conjunto, en torno a un centro rector. Afrodita nos muestra las características de la transformación y la transmutación que conduce a la Unidad, la reunión previa a la fructificación. Como símbolo, expresa el don de vivir, de transformar, la capacidad de acercar y de unir, y como consecuencia, de gestar nueva vida. Representa la exaltación y la vivificación que aparecen en el momento del encuentro que conduce a la generación de un nuevo ser, de una nueva idea, de una nueva obra. Representa también el poder curativo, creativo y trasformador de amor. La luz dorada que caracteriza a Afrodita es esa capacidad de embellecimiento con que nos investimos a nosotros mismos cuando nos sentimos amados y que hace aparecer irresistible a la amante o al objeto del amor. Ese acercamiento palpitante a lo otro que unifica, regenerando y revitalizando. Se habla de Afrodita como diosa del Amor. Sin embargo, lo es más del enamoramiento, entendido como expectativa, como tiempo nuevo, como promesa de futuro, de apertura palpitante al porvenir, como ansia de completud placentera. Por eso también se la relacionado con el potencial de vida que contiene la primavera y la juventud del cuerpo y del alma. Es el poder de cohesión que impele a crear unidades cada vez más fuertes, más amplias de vida, y en este sentido su poder se extiende desde los átomos a las galaxias. Así, como Eros femenino, es la capacidad de unión que perpetúa la vida por un lado, y que por otro la reintegra a la Unidad ultérrima de la que procede. Si tiene el poder del agua que disuelve, también es el fuego que consume dos aspectos, dos principios, dos esencias, para formar una que las reúne y las trasciende. Quizá desde esta perspectiva pueda entenderse su matrimonio con Hefaistos, el Señor de El Fuego Creativo asociado a la diosa del Amor, al que ella misma eligió como consorte y del que nunca se divorció. Afrodita proporciona la energía de la que se nutre cualquier acto creativo o cualquier encuentro del que surge algo nuevo, a la vez que ese mismo encuentro irradia energía. Afrodita transforma, tal como los elementos químicos pueden verse transformados al construir un compuesto. Afrodita aporta el misterio de la transformación, convirtiendo la dualidad en la unidad y abriéndola a la totalidad y a la Eternidad.
A nivel humano, Afrodita nos brinda la capacidad de empatía, de conexión del alma, de encuentro, de afecto, la amistad profunda que transforma, vitaliza y embellece los participantes. Psicológicamente es el factor que nos hace involucrarnos en una relación, sentir interés por conocer íntimamente a otra persona y desear unirnos a ella. Allí donde brille la chispa de un encuentro fecundo, esta Afrodita, ya hablemos de elementos, de animales, de personas, de emociones, de inspiraciones, de imágenes o de ideas. Sin embargo, las consecuencias de su poder pueden tener una vertiente positiva y otra negativa: como rectora del enamoramiento, puede provocar una atracción irracional, ilícita e incluso destructiva por otro ser, como vemos en el ejemplo de Mirra, que se acercó a su propio padre, o de la reina Parsifae y su pasión por el toro de Poseidón; y sin llegar a tales extremos, cualquiera de nosotros, cuando llega el despertar tras la hipnosis del enamoramiento, nos preguntamos qué hemos visto en ese otro que tan profundamente nos interesó.
Afrodita incluye el amor hacia uno mismo, que no es necesariamente egoísmo, sino autoestima, tan básica para la salud mental, pues incluye autoconfianza y confianza en los otros, fe en el mundo y sus seres, seguridad interior y capacidad para el cuidado de sí, que permite que podamos realizarnos como seres humanos y desarrollar nuestro potencial creativo, y que facilita que deseemos lo mejor para nosotros, que busquemos belleza y gracia en cada una de nuestras expresiones físicas, psicológicas o mentales, y que con ellas nos sintamos alegres y gozosos disfrutando de la vida y sus experiencias.
A través de los siglos se ha hablado de Afrodita como de la esencia de la femineidad, y eso en momentos donde la libertad de las mujeres estaba seriamente restringida. Sin embargo, pertenece a la categoría de diosas vírgenes, que no castas. Vírgenes en el sentido de independientes, autónomas, que se posee en así mismas, que gobiernan sus propias vidas. Además de elegir marido, Afrodita no fue nunca sometida, violada, raptada o seducida. Desde un punto de vista psicológico, no podemos olvidar que para poder actuar en libertad en nuestras acciones y elecciones es indispensable el amor a sí mismo.
Afrodita, puede despertar como fuerza activa en el interior de una mujer conduciéndola a una mayor preocupación por sus aspectos seductores, al desarrollo de su capacidad de atracción, y a una mejora en la calidad y en la cantidad de las relaciones. Puede transformar nuestro carácter permitiendo nuestra apertura a los otros y al amor, como se ve en el mito de Atalanta. Esta doncella, consagrada a Artemisa, retaba a sus pretendientes a una carrera fatal prometiendo que se casaría con aquél que la ganara, pero que mataría al perdedor, segura de que no podía ser vencida, como así sucedió con multitud de candidatos. Hipómenes, con la ayuda Afrodita, que le proporcionó una ingeniosa treta, consiguió a la esquiva, y esta tuvo que cumplir su promesa.
Afrodita en nosotros puede transformar etapas de nuestra vida solitarias en otras de acercamiento y permeabilidad a los otros.
El amor da la vida y es fuente de vida. Afrodita vitalizó la estatua de Galatea que construyó Pigmalión. El poder curativo del amor aparece en multitud de mitos y cuentos populares. En el de Eros y Psique, ella le pierde al desobedecerle y le recupera después de cumplir cuatro pruebas aparentemente imposibles que le impone Afrodita, pruebas de crecimiento y madurez que impulsan el desarrollo del alma.
Como arquetipo, Afrodita es universal, aunque haya sido conocida con otros nombres, y es muy antigua, pues aparece en la guerra de Troya, anterior a los fenicios. Las culturas precolombinas tuvieron también una diosa del Amor, la alegría y la belleza. En India Laksmi, la contraparte de Vishnu, recoge muchas de sus características, así como Hathor en Egipto, y en Mesopotamia fue Inanna para Sumeria e Isthar para Babilonia. Algunos autores han querido que estas últimas diosas sean los antecedentes de Afrodita, y que de un origen oriental, pasando por Chipre, como quiere su mito, se extendiera por la Hélade hasta asentarse en Corinto. Inanna e Isthar reúnen mayor contenido mítico y simbólico. Son diosas de la Fecundidad de la Naturaleza toda, celestes, terrestres y de las profundidades, heroínas que descienden a los Infiernos para reencontrarse con su hermana o esencia oscura perdida, vírgenes guerreras y Señoras del Amor en general y de la sexualidad en particular, como si representaran a esa Diosa Madre dueña de todo, regente de la Vida y de la Muerte, señora de los Ciclos, que con el tiempo fue perdiendo atributos, pasando a especializarse dentro de los panteones.
El mito del hijo, amante, esposo, que muere y resucita periódicamente, algunos autores quieren que sea, en lo social, un representante de una etapa matriarcal arcaica, y que aparece por todo Oriente próximo, se encuentra también en el vínculo de Afrodita con Adonis, Dunmuzi, Tammuz, Atis, incluso Osiris en Egipto, compañeros y consortes de Inanna, Isthar, Cibeles e Isis. Han sido asimilados a la vegetación que muere y renace con los ciclos estacionales. Sin negar esta vía de explicación, representan también el Universo manifestado que surgió del abismo negro, del útero de la Magna Dea que aparece y desaparece en los grandes ritmos de la Vida y Muerte que surgen del Enigma. En otra clave representan poderes de la diosa, su aspecto masculino, su capacidad de actividad, de orden, ley, generación y civilización, y que encontramos como imagen el que figura del Señor de las Criaturas, que se sacrifica fragmentado para que la vida sea posible.
Si bien existieron diversas clases de ritos y de sacerdocio femenino en el culto de Inanna o Isthar, hay algunos que han asombrado a nuestras mentes occidentales, como el caso del Hierogamos, que no es único de estas culturas, pues lo encontramos hasta en la Irlanda precristiana como reliquia de tiempos pasados, y el de las llamadas Prostitutas Sagradas (que no profanas, que esas han existido en todas las épocas y lugares), encargadas de transmitir en honor a su diosa los misterios del amor y de la sexualidad. Este culto también sobrevivió con Afrodita y desgraciadamente, con el correr de los tiempos, perdió el simbolismo y el marco cultural, sirvió de excusas a las miles de meretrices profesionales que pululaban por los jardines de sus templos.
Afrodita fue asimilada a Venus, una diosa de huertos y jardines en el mundo romano. Hasta nosotros ha llegado sobre todo su faceta relacionada con el amor, la sensualidad y la sexualidad, pero incluso en el mundo romano, Lucrecio canta a Venus llamándola: "... madre de Eneas y de toda su raza, placer de los dioses y de los hombres, Venus que das la vida", subrayando que su poder rige la rueda de las constelaciones, el movimiento de las olas que guían los barcos y la expresión de toda criatura en este mundo que, bajo su mandato, se vierte pleno de alegría y de amor.
Surgió femenina y adulta de las aguas profundas, de la inmensidad azul del mar que se rompe en brotes de espuma. Según Hesíodo, es hija del cielo viril y de la potencia fecunda marina, polaridad que expresa a los contrarios reunidos que originan una creación nueva. Lo que la esencia de Afrodita significa. Diosa antigua, sin padres personificados, representa aquí más una potencia primordial que su supuesta descendencia de Zeus y Dione, una ninfa del mar, como pretende Homero. Eros, quien se dice que es un hijo que tuvo de sí misma, según unas versiones, con Marte, incluso con Hermes, según otras, es también en sus orígenes una Fuerza primigenia que surgió de un huevo de la Noche. Otro mito, al parecer pelásgico, cuenta que Eurínome, fecundada por una enorme serpiente que se enroscó en su cuerpo, puso un huevo sobre el Abismo, del que surgieron Eros y Logos. Mientras Logos corta el huevo formando el Cielo y la Tierra, y de nuevos tajos separa las tierras y las aguas, y luego las aguas dulces y las saladas, facilitando la multiplicidad de la Creación, Eros intentar reunir lo separado en pos de la Unidad perdida. En Hesíodo, Eros es el Impulso Primordial que surge del Caos al tiempo que Gea, la Materia Primera. En cuanto potencial de integración, Afrodita recoge ciertos atributos relacionados con Eros.
Viajando en una concha marina, conducida por las olas y los vientos, y acompañada de criaturas del mar, de los espíritus de las aguas, de delfines y Nereidas, de Eros y del Deseo, es recibida en Chipre por las Horas, que... "pusieron sobre su cabeza inmortal una bella y bien trabajada corona de oro y sus lóbulos flores de oricalco y de oro precioso".
Caminó acicalada y embellecida de isla en isla para presentarse luminosa frente a la Asamblea de los Inmortales. Un resplandor dorado que surge de su cuerpo. Se dice que de un velo con el que a su albur envuelve a la Naturaleza toda y a sus seres, aquí y allí, en la estación propicia. Su ceñidor la convierte en implacable, y, hace que quienes la contemplan se enamore irresistiblemente de ella; no se escapan los hombres, tampoco los dioses; todos están sometidos a sus designios.
Al paso de Afrodita los seres se vuelven jóvenes y radiantes de vida. Impulsados por su Belleza, se embellecen, alimentados por su alegría, se alegran y juegan sus fiestas con amor y con humor, con plenitud y con expansión. Los seres vegetales y animales se acicalan seductores. Las plantas nacen, las flores ofrecen sus trajes multicolores, los aromas más atrayentes, los néctares más sabrosos y el polen, germen de vida. Podemos ver a todo los seres del reino animal en los ritos del cortejo, lucir espectaculares vestidos ceremoniales, con sus plumas más brillantes y de colores más vivos los del aire, con el traje de escamas más vistosas para la ocasión los del agua, con las cornamentas más impactantes los de los bosques; con los perfumes más embriagadores la mayoría de los de la tierra. Pero no son los únicos: hay mariposas que son capaces de recorrer distancias astronómicas para encontrar pareja atraídas sólo por su olor.
Vemos el reclamo amoroso de los que antes eran grises gusanos, parpadeando a golpes de luz. Observamos a otros bailando en competiciones hasta agotarse, como hacen algunas aves; aquellos ofreciendo serenatas, ya sea la pequeña pulga que compone su música en el bosque de pelos de la oveja, la cigarra que repite incansable una y otra vez su melodía, los coros de ranas de los charcos o los pájaros que exhiben su repertorio más variado en la ramas de los árboles. Hay regalos, concursos de habilidad entre los que destacan ciertos pájaros, ingeniosos arquitectos y experimentados tejedores que presentan las casas más sólidas y más seguras; y todos, en fin, pretenden convencer de su fuerza, de su salud y de su capacidad. En unos son las hembras las que observan o inspeccionan. Aguantan aparentemente impávidas el resultado de los torneos para aceptar al más valeroso, al ganador. Fijan su mirada inquisitiva en la estabilidad de los nidos, y reciben la comida que el pretendiente les da. En otros son ellas las que eligen, activas, al cantante más extraordinario, al mejor cazador, al más vital, al que brinda mayor seguridad; y en todos los casos, bailando o cantando, ambos se sincronizarán, y con su encuentro la vida será renovada.
Desde la época helenística a Afrodita la acompañan las Gracias y las Horas. Hágale o Belleza, Eufrosine o Pensamiento alegre y Talía, Regocijo. Estas Gracias o Carites forman coro con las Musas, pero también siguen a Eros y a Dionisos. Son hijas de Zeus y Eurínome, a quien Hesíodo quiere hija del Océano, pero que posiblemente haya sido una diosa madre primigenia. Relacionadas con la vegetación, se dice que con su danza crecen las hierbas y brotan las flores. Son y trasmiten la armonía y la belleza de la Naturaleza y representan el encanto en general.
Las Horas se relacionan con las Estaciones, y se les ha emparentado incluso con las Moiras. Es posible que antaño fuera unas diosas del Destino. En Grecia se las conoce como Eunomia, la Disciplina; Diké, Justicia e Irene, Paz. Más vinculación estacionaria la tienen sus nombres romanos: Talo, brotar; Auxo, crecer; y Larpo, fructificar. Hijas de Zeus y Temis, ora siguen a Afrodita, ora a Dionisos, Hera, Perséfone o Pan.
Eros Pteros, el amor alado que une y Apteros, el amor contrariado que separa, además de Himeneo, el Dios del matrimonio, también acompañan a Afrodita, así como una corte de geniecillos juguetones del amor que disfrutan sembrando las pasiones amorosas sin discriminación. Su vehículo, la concha marina, símbolo femenino por excelencia, se relaciona con la media Luna, y de hecho se habla de ella como una diosa lunar. Sin embargo, su luz dorada también la asocia con el Sol, y Faetón era el guardián nocturno de los templos de Afrodita. Es terrestre, pero también celeste. Puede ser la Luna, pero también Venus, la estrella luminosa y portadora de iluminación. La relación celeste y acuática de nuevo aparece cuando se dice que es la luz del lucero del alba, reflejándose en amaneceres y atardeceres en las onduladas olas del mar. Este carácter doble también se aprecia en algunas de sus representaciones, como por ejemplo la Afrodita barbada, la guerrera y la dolorosa. Si hay dioses con pechos, caso de ciertas imágenes de Zeus, también hay diosas con barbas. Es un signo de poder, de completura, de androginia y de totalidad; de unión y síntesis en sí de los opuestos, de integración de las contradicciones y de las paradojas. La unión de la guerra y del amor, como de la alegría y la tristeza, o del placer y el dolor, también supone otras tantas conciliaciones. Hermafrodita, el dios que muestra elementos masculinos y femeninos en su cuerpo, era hijo de Hermes y de Afrodita. Ares, uno de sus amantes, es el señor del valor, del coraje y de la guerra, con el que tuvo a Armonía, el equilibrio, pero también al miedo y al terror.
Si se caracteriza por la gracia, el hechizo, la fascinación, el encanto, la belleza y la magia de la seducción, si se la llama la luminosa, la sonriente y la señora de las risas, también presenta una faz sombría, la que destaca claramente en su relación con Adonis. Algunos atribuyen a Atenea y otros a Artemisa el jabalí que acabó con la vida del "Señor", que es lo que significa este nombre, de origen sirio, cuyo culto estuvo muy difundido en Oriente Próximo. Adonis, conocido también por su gran belleza, fue disputado por Perséfone y Afrodita, y tuvo que repartir su tiempo entre ambas. De la sangre de Adonis herido surgieron las anémonas. Su sangre también tiñó de rojo la rosas, aunque otra tradición nos dice que Afrodita se pinchó con un rosal de rosas blancas al pretender auxiliarle; así nacieron la rosas rojas, representantes del amor y de la pasión. Hay estatuas que nos muestran a Adonis yaciente en los brazos de una Afrodita entristecida, velada y enlutada al estilo de nuestra Virgen Dolorosa, sosteniendo al Hijo muerto.
Afrodita nos enseña que si abrimos nuestra alma a la alegría, al placer y a la creatividad del encuentro, inevitablemente entrará ella también, más tarde o más temprano, el displacer, la pérdida y el dolor subsiguiente, que tendremos que admitir si no queremos perder la capacidad de amar.
Las rosas tienen para Occidente un simbolismo similar al del loto para Oriente. Pueden relacionarse con las ruedas y los chakras, centros de vida, y también con la totalidad. La palabra "rosetón" que empleamos para designar los admirables vitrales que conjugan diversos colores y se disponen armónicamente en torno a un centro, ocupado muchas veces por una imagen de Nuestra Señora, en las catedrales góticas, deriva de rosa. Rosas y rosetones conformaciones mandálicas, y el Mandala es una representación del Cosmos, pero también del mundo interior que aparece ordenado, unificando el conjunto, en torno a un centro rector. Afrodita nos muestra las características de la transformación y la transmutación que conduce a la Unidad, la reunión previa a la fructificación. Como símbolo, expresa el don de vivir, de transformar, la capacidad de acercar y de unir, y como consecuencia, de gestar nueva vida. Representa la exaltación y la vivificación que aparecen en el momento del encuentro que conduce a la generación de un nuevo ser, de una nueva idea, de una nueva obra. Representa también el poder curativo, creativo y trasformador de amor. La luz dorada que caracteriza a Afrodita es esa capacidad de embellecimiento con que nos investimos a nosotros mismos cuando nos sentimos amados y que hace aparecer irresistible a la amante o al objeto del amor. Ese acercamiento palpitante a lo otro que unifica, regenerando y revitalizando. Se habla de Afrodita como diosa del Amor. Sin embargo, lo es más del enamoramiento, entendido como expectativa, como tiempo nuevo, como promesa de futuro, de apertura palpitante al porvenir, como ansia de completud placentera. Por eso también se la relacionado con el potencial de vida que contiene la primavera y la juventud del cuerpo y del alma. Es el poder de cohesión que impele a crear unidades cada vez más fuertes, más amplias de vida, y en este sentido su poder se extiende desde los átomos a las galaxias. Así, como Eros femenino, es la capacidad de unión que perpetúa la vida por un lado, y que por otro la reintegra a la Unidad ultérrima de la que procede. Si tiene el poder del agua que disuelve, también es el fuego que consume dos aspectos, dos principios, dos esencias, para formar una que las reúne y las trasciende. Quizá desde esta perspectiva pueda entenderse su matrimonio con Hefaistos, el Señor de El Fuego Creativo asociado a la diosa del Amor, al que ella misma eligió como consorte y del que nunca se divorció. Afrodita proporciona la energía de la que se nutre cualquier acto creativo o cualquier encuentro del que surge algo nuevo, a la vez que ese mismo encuentro irradia energía. Afrodita transforma, tal como los elementos químicos pueden verse transformados al construir un compuesto. Afrodita aporta el misterio de la transformación, convirtiendo la dualidad en la unidad y abriéndola a la totalidad y a la Eternidad.
A nivel humano, Afrodita nos brinda la capacidad de empatía, de conexión del alma, de encuentro, de afecto, la amistad profunda que transforma, vitaliza y embellece los participantes. Psicológicamente es el factor que nos hace involucrarnos en una relación, sentir interés por conocer íntimamente a otra persona y desear unirnos a ella. Allí donde brille la chispa de un encuentro fecundo, esta Afrodita, ya hablemos de elementos, de animales, de personas, de emociones, de inspiraciones, de imágenes o de ideas. Sin embargo, las consecuencias de su poder pueden tener una vertiente positiva y otra negativa: como rectora del enamoramiento, puede provocar una atracción irracional, ilícita e incluso destructiva por otro ser, como vemos en el ejemplo de Mirra, que se acercó a su propio padre, o de la reina Parsifae y su pasión por el toro de Poseidón; y sin llegar a tales extremos, cualquiera de nosotros, cuando llega el despertar tras la hipnosis del enamoramiento, nos preguntamos qué hemos visto en ese otro que tan profundamente nos interesó.
Afrodita incluye el amor hacia uno mismo, que no es necesariamente egoísmo, sino autoestima, tan básica para la salud mental, pues incluye autoconfianza y confianza en los otros, fe en el mundo y sus seres, seguridad interior y capacidad para el cuidado de sí, que permite que podamos realizarnos como seres humanos y desarrollar nuestro potencial creativo, y que facilita que deseemos lo mejor para nosotros, que busquemos belleza y gracia en cada una de nuestras expresiones físicas, psicológicas o mentales, y que con ellas nos sintamos alegres y gozosos disfrutando de la vida y sus experiencias.
A través de los siglos se ha hablado de Afrodita como de la esencia de la femineidad, y eso en momentos donde la libertad de las mujeres estaba seriamente restringida. Sin embargo, pertenece a la categoría de diosas vírgenes, que no castas. Vírgenes en el sentido de independientes, autónomas, que se posee en así mismas, que gobiernan sus propias vidas. Además de elegir marido, Afrodita no fue nunca sometida, violada, raptada o seducida. Desde un punto de vista psicológico, no podemos olvidar que para poder actuar en libertad en nuestras acciones y elecciones es indispensable el amor a sí mismo.
Afrodita, puede despertar como fuerza activa en el interior de una mujer conduciéndola a una mayor preocupación por sus aspectos seductores, al desarrollo de su capacidad de atracción, y a una mejora en la calidad y en la cantidad de las relaciones. Puede transformar nuestro carácter permitiendo nuestra apertura a los otros y al amor, como se ve en el mito de Atalanta. Esta doncella, consagrada a Artemisa, retaba a sus pretendientes a una carrera fatal prometiendo que se casaría con aquél que la ganara, pero que mataría al perdedor, segura de que no podía ser vencida, como así sucedió con multitud de candidatos. Hipómenes, con la ayuda Afrodita, que le proporcionó una ingeniosa treta, consiguió a la esquiva, y esta tuvo que cumplir su promesa.
Afrodita en nosotros puede transformar etapas de nuestra vida solitarias en otras de acercamiento y permeabilidad a los otros.
El amor da la vida y es fuente de vida. Afrodita vitalizó la estatua de Galatea que construyó Pigmalión. El poder curativo del amor aparece en multitud de mitos y cuentos populares. En el de Eros y Psique, ella le pierde al desobedecerle y le recupera después de cumplir cuatro pruebas aparentemente imposibles que le impone Afrodita, pruebas de crecimiento y madurez que impulsan el desarrollo del alma.
Como arquetipo, Afrodita es universal, aunque haya sido conocida con otros nombres, y es muy antigua, pues aparece en la guerra de Troya, anterior a los fenicios. Las culturas precolombinas tuvieron también una diosa del Amor, la alegría y la belleza. En India Laksmi, la contraparte de Vishnu, recoge muchas de sus características, así como Hathor en Egipto, y en Mesopotamia fue Inanna para Sumeria e Isthar para Babilonia. Algunos autores han querido que estas últimas diosas sean los antecedentes de Afrodita, y que de un origen oriental, pasando por Chipre, como quiere su mito, se extendiera por la Hélade hasta asentarse en Corinto. Inanna e Isthar reúnen mayor contenido mítico y simbólico. Son diosas de la Fecundidad de la Naturaleza toda, celestes, terrestres y de las profundidades, heroínas que descienden a los Infiernos para reencontrarse con su hermana o esencia oscura perdida, vírgenes guerreras y Señoras del Amor en general y de la sexualidad en particular, como si representaran a esa Diosa Madre dueña de todo, regente de la Vida y de la Muerte, señora de los Ciclos, que con el tiempo fue perdiendo atributos, pasando a especializarse dentro de los panteones.
El mito del hijo, amante, esposo, que muere y resucita periódicamente, algunos autores quieren que sea, en lo social, un representante de una etapa matriarcal arcaica, y que aparece por todo Oriente próximo, se encuentra también en el vínculo de Afrodita con Adonis, Dunmuzi, Tammuz, Atis, incluso Osiris en Egipto, compañeros y consortes de Inanna, Isthar, Cibeles e Isis. Han sido asimilados a la vegetación que muere y renace con los ciclos estacionales. Sin negar esta vía de explicación, representan también el Universo manifestado que surgió del abismo negro, del útero de la Magna Dea que aparece y desaparece en los grandes ritmos de la Vida y Muerte que surgen del Enigma. En otra clave representan poderes de la diosa, su aspecto masculino, su capacidad de actividad, de orden, ley, generación y civilización, y que encontramos como imagen el que figura del Señor de las Criaturas, que se sacrifica fragmentado para que la vida sea posible.
Si bien existieron diversas clases de ritos y de sacerdocio femenino en el culto de Inanna o Isthar, hay algunos que han asombrado a nuestras mentes occidentales, como el caso del Hierogamos, que no es único de estas culturas, pues lo encontramos hasta en la Irlanda precristiana como reliquia de tiempos pasados, y el de las llamadas Prostitutas Sagradas (que no profanas, que esas han existido en todas las épocas y lugares), encargadas de transmitir en honor a su diosa los misterios del amor y de la sexualidad. Este culto también sobrevivió con Afrodita y desgraciadamente, con el correr de los tiempos, perdió el simbolismo y el marco cultural, sirvió de excusas a las miles de meretrices profesionales que pululaban por los jardines de sus templos.
Afrodita fue asimilada a Venus, una diosa de huertos y jardines en el mundo romano. Hasta nosotros ha llegado sobre todo su faceta relacionada con el amor, la sensualidad y la sexualidad, pero incluso en el mundo romano, Lucrecio canta a Venus llamándola: "... madre de Eneas y de toda su raza, placer de los dioses y de los hombres, Venus que das la vida", subrayando que su poder rige la rueda de las constelaciones, el movimiento de las olas que guían los barcos y la expresión de toda criatura en este mundo que, bajo su mandato, se vierte pleno de alegría y de amor.
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